Titular de Agricultura desmiente las cifras oficiales de inseguridad alimentaria en el Perú.
Hay poca humanidad y mucha soberbia cuando se dice que en el Perú la gente no pasa hambre y que, por el contrario, existe comida de sobra y para todos. Es lamentable la falta de empatía con los que sufren un flagelo tan terrible, pero lo que es peor es la muestra de desconocimiento y, por ello, el descrédito de una autoridad como Ángel Manero, quien por la cartera que ocupa, el Ministerio de Agricultura, debería ser un vocero eminentemente técnico.
El coro áulico actual ya resulta patético. Si para permanecer en sus puestos les requirieran decir que llueve hacia arriba, sin duda lo harían. Pero en el caso del hambre, la respuesta del titular de la cartera de Agricultura se tira abajo estudios hechos por organismos internacionales especializados y ni qué decir de las investigaciones estatales propias, como la que aseguran que se mantiene encarpetada en el Midis.
La FAO señala que se ha incrementado el porcentaje de peruanos afectados por la inseguridad alimentaria moderada y grave. Llega a 17,6 millones de personas, más del 50% de la población. Es decir, quienes han tenido que sustituir los alimentos que consumían por otros de menor precio y con menor ingesta calórica. También el incremento de número de pobres –que ha llegado en este Gobierno a un catastrófico 29%, es decir, casi 10 millones de personas– ha elevado las cifras de quienes se van a dormir con solo una comida al día y que pasan hambre no figurado. Hambre concreto, ese que causa estragos en el organismo y en el intelecto.
El Perú, qué dudarlo, es un país con variados recursos naturales y una diversidad de productos que hacen más diversa nuestra gastronomía. Esa es una verdad inobjetable, como también lo es el precio que hay que pagar para conseguirlos, el alza del costo de vida, la elevación de precios en el mercado y los efectos de la recesión y la inflación en el consumidor final.
Otros hechos a tomar en cuenta son la falta de créditos para el productor local, la escasez de fertilizantes y su alto costo y la cada vez menor rentabilidad de la actividad agrícola familiar, entre otros. En este segmento se refleja mayormente la pobreza rural y, aunque resulte paradójico, el hambre.
Decir que no hay hambre resulta una mala broma para las estadísticas que aseguran que uno de cada cinco peruanos no llega a fin de mes y tiene que hacer malabares para paliar la situación económica y resolver como puede su condición de pobreza y pobreza extrema que afectan a casi un tercio de los peruanos. “En el Perú no se pasa hambre y comemos contundente”, ha dicho, sonriente, Ángel Manero. Con la barriga llena, el ministro está contento.