La artista de música electrónica, nacida en Mallorca pero residente en València, surfea con su teclado MIDI las esencias del tecno-pop más alternativo y psicodélico
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Escuchar los dos discos publicados hasta la fecha por Sofia (sin acento, tal como se escribe en catalán) puede resultar una experiencia novedosa y, a la vez, extrañamente familiar si se tiene un pasado de largo recorrido y una banda sonora que le haya hecho el relleno. Para los que estén cerca de la sesentena y hayan sido un poco alternativos de jóvenes, sus temas les sonarán muy familiares. El motivo es que están plagados de reminiscencias y ritmos del tecno-pop –tanto el de culto como el más comercial– de finales de los 70 y los primeros 80.
Es lo que se vino a llamar new wave, post-punk, after-punk, synth-pop o propiamente tecno-pop, y que se encarnó en algunos grandes éxitos de bandas como Orchestral Manoeuvres in the Dark (OMD) o Ultravox, pero también en otras más de culto como Joy Division, Devo, Cabaret Voltaire, Kraftwerk o Autechre. Y en casa sin duda en el Aviador Dro de Servando Carballar y Marta Cervera.
Todo un mundo que a partir de 2005 fue compendiado en un único término, “minimal wave”, que obedecía al afán recopilatorio y reivindicativo de la discográfica del mismo nombre, creada por la fotógrafa y DJ neoyorkina Veronica Vasicka, una gran apasionada de esta música.
Todos estos aromas están presentes en la música que Sofia Ramis Massutí, nacida en Palma hace 27 años y actualmente residenten en València, construye gracias a su teclado MIDI –su único instrumento junto a la aplicación Ableton Live– y que podrá escucharse en la Terraza Magnética de la Casa Encendida de Madrid el próximo sábado dentro del ciclo La Terraza Magnética 2024. En el Limbo.
En conversación con este medio, Sofia señala influencias de los trabajos lanzados a principios de siglo por el sello Minimal Wave, pero también de los clásicos de la new wave más oscura. “Aunque ya no escucho música, he perdido el gusto”, asegura, reconoce que “todas esas bandas me gustan, antes las escuchaba mucho”.
Y es que dichas influencias se sienten especialmente en su celebrado disco de debut El ayre del Almena de 2021, que luego sería ampliado con el larga duración Primeras grabaciones (Humo Internacional, 2023), donde el parco y frío compás rítmico nos retrotrae a los dos discos que Martin Hannett produjo para Joy División: Unknown Pleasures y Closer. Sus ecos pueden sentirse en El cielo blanco, Una hola que da miedo o No me quieres.
Pero también se dejan notar en el electro-clash con más sabor a Giorgio Moroder (en Decir adiós) o incluso cuando suena a los Doors más psicodélicos en Dragones en mi portal. Y en ocasiones da cabida a bases que bien podrían firmar los primeros Devo o Kraftwerk (como sucede en el tema Me da igual) o bien a los OMD más intimistas, como pasa en Ella se fue.
Ahora bien, reivindica también a Aviador Dro y apunta que son influencias que la han llevado a “proyectar un estilo mucho más naíf” de lo que le gustaría, al tiempo que se muestra crítica con su manera de impostar la voz: “Un poco apática quizá, como un montón de niños que le gritan al unísono, con los ojos desorbitados, a sus padres, que están en el público”. “Estoy yendo a clases de canto”, apostilla para hacer patente su deseo de corregirse.
Del panorama actual, Sofia destaca al músico y productor francés DJ Startup: “Solo puedes escuchar sus canciones en Soundcloud; va con dos torres de controladores MIDI y hace unas mezclas muy de enanos y cambiantes, monísimas, y es un genio”. Agrega que tiene también muy buena relación con Andrea Latorre, vocalista del dúo electro-pop SDH, y con los integrantes de la banda barcelonesa de música ambient experimental Wind Atlas. “Hablamos mucho sobre música y nos ayudamos, aunque en estilo no tenemos nada que ver”, matiza.
Respecto a sus orígenes en Palma, destaca su querencia por los ambientes más alternativos, que en parte explicarían tanto algunas características de sus crípticas letras como de sus bases rítmicas. “Hay muchísimo hardcore y la escena es bastante oscura”, explica. Cita a bandas punk como Dismotosierra, Trau, Usura, Orden Mundial o Puñal, y también a “bandas de postpunk como Desenterradas o Presión, o de punkrock con Trance”. “¡Había de todo, antes!”, concluye.
En lo que refiere a su trayectoria musical, explica que se inició cantando en un coro local. “Después me apunté a clases de piano y guitarra clásica, pero lo dejé hace muchos años”, añade para después agregar: “También toqué la batería en dos grupos de hardcore punk (Pou y Barrera) y el bajo en una banda llamada Escorpio”.
Con estos mimbres, en 2019 da el salto a la composición en solitario. “Decidí comprarme un teclado MIDI y bajarme el Ableton en 2019”, asegura para seguidamente reconocer que llevaba años pensando que tenía que “hacer algo de música” por su cuenta. El esfuerzo se ve recompensado cuando en 2020 gana el Concurso de Pop Rock de Palma 2020.
Gracias a ello establece contacto con la que es su actual discográfica, la asturiana Humo Internacional: “Áfrico [voz de la banda punk La URSS] le pasó Decir Adiós a Pablo Humo”, señala. Aquella canción convenció al responsable del sello, para sorpresa de la propia Sofia, que explica que la compuso “medio en broma”, aunque desvela que es la canción que le ha dado “más proyección, con diferencia”. Y remacha: “No sé si me atrevería o si sabría hacer algo tan pop otra vez”.
Respecto a su segundo trabajo, Canciones para saltarse por encima (Humo Internacional, 2023), se nota una evolución personal, un alejamiento claro de las influencias, mucho más difusas aquí, y un aumento de la complejidad. Es un álbum que seguramente marcará más la identidad futura de Sofia, donde ahonda en la experimentación sonora, siempre en búsqueda de una atmósfera psicodélica y con unas letras más trabajadas.
“En Primeras grabaciones me encontraba muy bien, dispuesta a lanzarme a hacer música, sin rollos, quería tocar y tener buenos temas”, explica la artista. “En Canciones para saltarse por encima se me complicó más el asunto, empecé a tener más dudas, más complejos...”, agrega. Y de hecho es más difícil de escuchar que Primeras grabaciones.
Es un trabajo que tiene muchas menos concesiones y en algunos temas navega las aguas sonoras del krautrock de Neu!, mientras que en otros se acerca a Kraftwerk, siempre desde las limitaciones que comporta trabajar solo con un teclado MIDI. También aparecen desarrollos que recuerdan al Hammond de Ray Manzarek en los temas más introspectivos de los Doors o los teclados que tocaba Bernard Sumner tanto para Joy División como después para New Order.
Tal como aclara la propia Sofía: “Primeras grabaciones estaba pensado para ser publicado; Canciones para saltarse por encima, no”. Pero a pesar de todo reconoce: “Canciones para saltarse por encima me gusta más”. El futuro está, en consecuencia, abierto para esta artista a la que no le falta talento pero cuya carrera parece tender más por la senda de la indagación artística y personal que por la comercial.
En todo caso, aunque señala que uno de sus sueños sería tocar en alguna de las próximas ediciones del Sónar, se guarda las espaldas tras haberse graduado en Filosofía: “Este año he estudiado para ser profesora, aunque lo que realmente me gustaría es poder hacer música para anuncios y películas”.