La Fiscalía solicita cuatro años de prisión para los dos hombres que acusaron de agresión a Isidro Lozano, absuelto finalmente por el Tribunal Supremo tras ser condenado injustamente
El fin del calvario de Isidro Lozano, el inocente que pasó un año entre rejas por un delito que no cometió
“Yo no soy el mismo. Esta vida ya no es mi vida. No la quiero. Sería fantástico que terminara y volver a nacer como antes”. Han pasado más de 16 años desde la mañana en que a Isidro Lozano se le torció la vida, pero él sigue purgando en lo más hondo por un delito que no cometió. Tres magistrados de la Audiencia Provincial de Málaga lo condenaron y enviaron a prisión y un año después de allí lo sacó el Tribunal Supremo, que concluyó que él no pudo participar en la agresión que sufrieron dos hombres con los que había mantenido una disputa previa.
Nadie le devolverá el tiempo que pasó entre rejas; tampoco le resarcirán por el error, o lo que fuera, que llevó a los magistrados de la Audiencia (y a los del Tribunal Supremo a ratificar inicialmente la sentencia) a condenarlo a pesar de que las pruebas ya indicaban que era imposible que Isidro estuviera en el lugar en que los dos hombres (uno de ellos familiar de su mujer María) fueron agredidos, porque a esa hora estaba en otro sitio.
Las batallas de Isidro son ahora otras. Libra una en los tribunales, a los que ha vuelto para que los dos hombres que sostuvieron la acusación en su contra sean condenados por denuncia falsa. Y mantiene una pelea decisiva por seguir adelante. “Mi cabeza y mi cuerpo están destruidos, tengo que operarme otra vez de corazón… Mi vida es un horror”, cuenta por teléfono.
Sufre trastorno de estrés postraumático, con secuelas “moderadas” debido a su cronificación y un grado de discapacidad del 51%, según el dictamen que este medio ha podido consultar, emitido poco después de su salida de prisión. “Trastorno cognitivo. Trastorno adaptativo. Psicogenia. Trastorno de la afectividad. Trastorno depresivo recurrente”, se lee en ese documento.
Aún no hay fecha, pero se acabará juzgando a los dos hombres por la presunta denuncia falsa. En un escrito fechado el pasado 1 de marzo, el fiscal sostiene que ambos presentaron la denuncia que dio origen al proceso contra Isidro Lozano “con conocimiento de que este no había participado en la agresión” que sufrieron.
Aquella mañana del 21 de junio de 2008, habían mantenido una riña con Isidro y sus dos hermanos por la ocupación de una vivienda, pero fue una segunda pelea a las puertas de un hospital marbellí la que provocó varias fracturas y la pérdida de varios dientes a los denunciantes. Isidro siempre sostuvo que él no estuvo allí, que sólo participaron sus dos hermanos, y que a esa hora él estaba a cuarenta minutos en coche porque le estaban curando las lesiones de la primera reyerta.
Ahora, el fiscal pide que se condene a sus acusadores a cuatro años de prisión, y a indemnizarle con 28.611 euros por lo que se gastó en abogados y otros 10.000 euros por los daños morales. Es el giro definitivo del caso. Tras una investigación que arrancó con la absolución definitiva de Isidro, y que ha durado tres años, el fiscal acusa de un delito de falso testimonio a los dos hombres que le señalaron. Por su parte, Lozano solicita para ellos cuatro años y seis meses de prisión, la máxima contemplada en el Código Penal.
Esta historia ha consumido 16 años de la vida del hombre, y algo más. Entró en la cárcel de Alhaurín de la Torre el 13 de junio de 2017 y salió el 31 de mayo de 2018. Pero al salir, ya era otro. “Tengo 55 años y voy a seguir así el resto de mi vida”, lamenta el hombre, que en la conversación vuelve una y otra vez a sus días tras las rejas y la impotencia que sentía por que nadie le creyera.
Su relato tiene tintes kafkianos. Es la lucha de un hombre contra un sistema judicial al que se presume infalible: “Me esposaron, y yo gritaba '¿Qué hacéis?'. Me tomaban por loco. Intentaba explicar mis papeles, pero decían 'es una sentencia firme, no puedes hacer nada'. Es como si te violan, todo el mundo está mirando y nadie hace nada. 'Yo no soy el loco, sois vosotros, la justicia que mira para otro lado y dice no puedo parar esto'”.
Aunque en la prisión le insistieron, nunca pidió el indulto, dice, porque no podía reconocer algo que no había hecho. Allí no le querían, y pidieron el tercer grado a los quince días de que ingresara. Demasiado pronto, dijeron en Madrid. “Yo todos los días preparaba mi maleta y la llevaba abajo, esperando al agente judicial que me dijera: 'Váyase a su casa'”.
“Intenté suicidarme dos veces, pero no pude. No tuve valor para hacerlo. Yo me preguntaba todos los días: ”¿Qué hago aquí? ¿Estoy loco? ¿Esto es un mal sueño?“.
Tal y como contó este medio cuando Lozano acababa de entrar en prisión, en las diligencias había tres partes médicos, emitidos por Hospiten Estepona y Hospital USP Marbella, que hacían imposible el relato cronológico en el que se basó la sentencia para condenarlo.
Sin embargo, la sala descartó estos documentos (a pesar de que no habían sido impugnados) considerando que el sistema operativo de los hospitales podía fallar y alterar los horarios. El testimonio del médico que atendió a Lozano tampoco fue tenido en cuenta. Nunca hubo en ese primer juicio un testimonio ajeno al de los dos acusadores (ahora acusados) que corroborase la presencia de Isidro en la segunda agresión. Tan sólo declaró una enfermera, quien dijo que en ningún momento vio a los agresores ni pudo precisar cuántos eran.
La intervención del Tribunal Supremo, estimando el recurso de revisión que interpuso Jordi Ventura, su letrado, dio la vuelta al caso. El Alto Tribunal entendió que el relato que antes había dado por válido no cuadraba y anuló la sentencia. Algo muy excepcional. “De esa incompatibilidad horaria resulta que el condenado no puso ser autor de los hechos que han sido tipificados en el delito de lesiones, porque al tiempo de la producción de las mismas se encontraba en las urgencias del hospital de acuerdo a la documentación aportada”, se lee en la sentencia que le devolvió la libertad en mayo de 2018. Habían transcurrido diez años de la pelea en la que no participó. En este tiempo, además de pasar un año entre rejas, tuvo que comparecer 144 veces ante los jueces.
Tras su absolución, el hombre está intentando resarcirse. Está convencido que hubo algo más que un mero error judicial. Habla de “prepotencia”; del enfrentamiento entre su abogado y el presidente de la sala y ponente de la sentencia, Enrique Peralta Prieto; de cómo echó de su despacho a María, su mujer. Le duele su extraña obstinación por que entrara en prisión, a pesar de que la forense recomendaba lo contrario por el “riesgo elevado para la vida”, y el fiscal no se oponía. El juez despachó la petición alegando que las enfermedades de Isidro son “normales”.
Hasta ahora, nadie ha respondido de aquello. El Tribunal Supremo zanjó el expediente abierto ante el Consejo General del Poder Judicial para que sancionara al magistrado Peralta por el imposible relato cronológico de los hechos que articuló en su sentencia. Y la Audiencia Nacional concluyó que el único perjuicio es por la lentitud del proceso judicial: 3.000 euros. En cambio, la Audiencia Nacional no admitió ningún error judicial.
“No fue una equivocación, fue un cúmulo malintencionado por culpa del orgullo. Me moriré diciendo lo mismo: no es un error. Sé que lo cuento y la gente me dice que estoy loco. ¿Cómo puedo demostrarlo? Nadie me va a creer, porque es su palabra contra la mía”.
En 2023 Lozano acudió al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, por la posible vulneración del derecho a la presunción de inocencia y a un juicio justo, pero el órgano con sede en Estrasburgo rechazó su demanda por entender que no había agotado las vías de recurso interno. Lozano ha anunciado o interpuesto recursos ante la Audiencia Nacional (primero), el Tribunal Supremo (dos veces, incluyendo una queja por la no autorización del primero) y el Tribunal Constitucional (amparo).
Sí está abierta la vía contra quienes iniciaron su calvario. “Fue mala praxis del juez, pero no hubiera ocurrido nada si no hay una persona que pone una denuncia falsa y estafa a los jueces y al sistema. Desde mi vida partida, quiero ayudar a que la gente tenga cuidado con las denuncias falsas, que se lo piensen, que te puedes cargar la vida de una persona. Que no es gratis”.