En una semana debutará Marco Pérez en San Sebastián. El coso de Illumbe espera ver al niño prodigio del toreo y, de cara a ese festejo, este jueves se ha presentado a la afición donostiarra en un coloquio moderado por Chapu Apaolaza, en el que también estuvo presente Manuel Chopera. Con la playa de fondo, el joven novillero demostró que se torea como se es: estuvo tranquilo, rápido de mente, y una cabeza muy bien amueblada. «Lo de niño prodigio no es que no me guste, es que yo creo que soy un chico normal y corriente», dijo este chaval que de corriente tiene poco. Y tiene claras sus metas: «Sueño principalmente con marcar una etapa dentro del mundo taurino más que con ser figura del toreo. Quiero hacer algo importante en los tiempos que corren, como puede ser volver a revitalizar las plazas». El 15 de agosto compartirá cartel con Pablo Hermoso -que se despide de la afición de San Sebastián- y Morante de la Puebla. Ahí es nada. «El verme anunciado al lado de dos maestros a los que admiro, me ilusiona, pero también estoy muy responsabilizado por el escenario y por tener las miradas de todos los aficionados puestas en esta tarde, que a buen seguro va a ser muy especial y bonita para mí, porque en el inicio de mi carrera hay tardes clave, y tiene que ser una de ellas». Le preguntó Apaolaza si daba más responsabilidad torear con figuras o con novilleros: «Son dos situaciones muy diferentes», explicó Marco, que debutó con picadores en España con Perera y Talavante: «Cuando empecé a torear, lo hacía en festivales taurinos y estaba acartelado con figuras del toreo. Me hacía una ilusión enorme, pero sentía otra responsabilidad. También suponía un reto muy grande, pero era otro tipo de exigencia hacia mí». Esta temporada ya está compartiendo cartel con sus compañeros del escalafón inferior, teniendo una bonita rivalidad con novilleros tan ilusionantes como Manuel Román, Jarocho o Zulueta, entre otros: «Estamos viendo que el escalafón novilleril está muy nutrido de chicos que tienen grandes cualidades y que me hacen apretarme. Yo soy muy competitivo en todos los aspectos, y, por eso, no quiero dejarme ganar la pelea por mis compañeros, ya que estamos en el mismo escalón, y tengo que sacar más recursos para intentar superarlos y llevarme el titular», terminó diciendo. Y los titulares se los llevó tras una tarde épica en Santander la pasada feria, en la que el primer novillo le prendió de feísima manera. Pasó a la enfermería, y salió a matar el segundo de su lote bajo el diluvio. Fue nuevamente volteado, y se clavó el descabello en un tobillo: «Los primeros días fueron difíciles, porque tenía la nariz muy hinchada, y a mí lo que me preocupaba era quedar feo», dijo entre risas, «pero, gracias a Dios, estoy bastante recuperado». Esa tarde de Santander le sirvió para demostrar que no había venido a pasearse por las plazas a quienes desconfiaban de sus cualidades. Además, venía de triunfar esa mañana en Mont de Marsan, siendo la primera vez que toreaba dos veces en un mismo día: «Cuando llegué a Santander el haber toreado por la mañana hacía que fuera más suelto y con ganas de torear porque ya había soltado los nervios primeros». Estaba disfrutando desde el paseíllo, y de repente vio truncadas sus ganas de torear en esa plaza: «Sentí mucha rabia. En la enfermería vi que estaba todo bien, y mi idea era salir». Cuando iba a volver al ruedo, había un chaparrón terrible, los dos compañeros estaban resbalando, y llegaron las dudas: «Empecé a pensar en la mano, si podría coger bien los trastos, en si sería capaz… Por mucho que te haya cogido un novillo, si se decide salir, es con todas las consecuencias. Me sobrepuse, que era lo que debía hacer, sobre todo, porque se lo debía a todas las personas que se habían desplazado para ir a verme, que habían hecho un esfuerzo, y creo que debía yo hacer lo propio para devolver ese cariño» De primeras, no era consciente de la trascendencia que tuvo: «Acabé orgulloso. Cuando avanzaron los días, fui viendo el reconocimiento. Ha sido un punto de inflexión para haber convencido a mucha gente que no creía en mí, que no me tomaba tan en serio». Dos personas claves en su carrera son sus padres, que siempre le acompañan, y le apoyan. Confesó que, a veces, cuando su madre le pregunta por los novillos de su lote, le dice que son muy grandes. Una pequeña maldad propia del niño que es. Un niño al que esta profesión de hombres obliga a madurar, como muestra cada tarde, con una madurez impropia de su edad: «Me gusta coger una toalla y ponerme a pegarle lances como si hubiera gente, como cuando era pequeño. Me gusta tenerlo todo controlado, ser organizado, y suficientemente maduro. Pero, si por mí fuera, seguiría jugando con toros de playmobil». No obstante, le gusta ser un chaval de su edad y evadirse, de vez en cuando, con sus amigos, que le miran con admiración -aunque él quiere ser uno más-, y les sorprenden sus formas dentro de la plaza, y la educación que muestra. «Cuando salgo del ambiente taurino, la gente me resalta la educación, el saber estar, porque hoy en día no se ve tanto entre la juventud. Pero el toro te exige seriedad y compromiso, y eso te forja un carácter muy fuerte, porque ya no puedo ser un niño y tomármelo a broma. Esto va muy en serio». Quiere ser el número uno en la Fiesta, pero también en clase o jugando al fútbol. «A veces me pongo mil veces más nervioso con un examen, que a la hora de torear. Luego recapacito y pienso: 'Si voy a torear el próximo día entre dos maestros, con una plaza a rebosar de gente, con todas las expectativas, cómo me voy a poner más nervioso con un examen, tras el que no se va a acabar el mundo. Pero, sin embargo, pienso que no me van a salir los cálculos, que se me va olvidar el temario...», y remarca que lo importante es la seguridad e uno mismo. «El problema viene cuando tú sabes que no te has esforzado lo suficiente. Cuando de verdad te fortaleces es cuando no te ha apetecido y lo has hecho». Una mentalidad que le ayudará a llegar donde quiera, y que deberían escuchar todos los chavales de 16 años.