En una prueba complejísima, en la que se mezclaban dudas por la contaminación con certezas de unas corrientes fortísimas, triunfa en París 2024 Sharon Van Rouwendaal, por delante de la australiana Moesha Johnson y la italiana Ginevra Taddeucci tras un esprint espectacular. Amanecía París con cielos despejados y amenaza de otro día de calor, pero los aficionados ya llenaban las gradas media hora antes de que comenzara la prueba de aguas abiertas. Después de varios días de aguas revueltas en el Sena, a vueltas con las medidas de contaminación, las nadadoras pudieron lanzarse con más o menos confianza a los diez kilómetros del recorrido. Durante esta semana previa han estado más pendientes de lo que les dijeran los organizadores que de centrarse en la competición. Uno de los entrenamientos fue cancelado, por lo que solo tuvieron el día anterior para saber qué se encontrarían el día de la prueba. Además, los exámenes de salubridad no son inmediatos; las muestras se recogen un día, pero los resultados tardan otra jornada, por lo que se lanzaron al agua sin saber realmente si era apto mientras realizaban la prueba. Contratiempos que las deportistas trataron de tomarse con humor, con memes y con vídeos como el de Ángela Martínez en el que bailaba mientras aparecía el mensaje: «Yo autoconcenciéndome de que tengo que nadar diez kilómetros en el río Sena la semana que viene donde hay cadáveres, ratas y está supercontaminado». Pero no era este el único obstáculo al que se enfrentaron las nadadoras, y se enfrentarán este viernes los chicos. Los nadadores de maratón acuático, como se denomina esta prueba, están acostumbrados a entrenarse en piscina y a probar en aguas abiertas, pero no en un río con unas corrientes tan fuertes como el Sena. El ejemplo de la dificultad de este recorrido de ida y vuelta entre el Puente Alexandre III y puente de L'Alma es que la «ida» se realizó en un tiempo de entre cinco y seis minutos, y la vuelta en más de doce, con esa sensación de no avanzar y no llegar al punto de giro puede ser muy complicado de gestionar mentalmente. Lideró gran parte de la prueba la neerlandesa Van Rouwendaal, que estiró desde la primera vuelta un grupo que luchó contra los elementos buscando siempre las orillas para apoyarse en las corrientes a favor a la ida y evitar las corrientes en contra a la vuelta. Pero a mitad de carrera se le unieron la australiana Moesha Johnson y la italiana Ginevra Tadeucci y fueron el trío que comandaron la última parte de la prueba. Poco a poco primero, pero con determinación después, abrieron un hueco enorme con el resto de la expedición, que también se dividió en dos grupos más o menos compactos. María de Valdés y Ángela Martínez se intentaron pegar en las tres primeras vueltas, pero después sufrieron el estirón y quedaron relegadas en el último pelotón. Fueron perdiendo distancia y velocidad ante una prueba que ya era difícil sin rivales a los lados, con las dudas de la contaminación y, sobre todo, de forma real, contra unas corrientes muy complicadas que hicieron agotadora esos 1,6 kilómetros en las vueltas al puente Alejandro III. Sin embargo, Martínez dio un último estirón en la última vuelta y arañó una décima plaza; Valdés sufrió más y terminó decimoséptima.