En 2002, el cineasta Ron Howard quería crear una serie cómica. Y encontró en el escritor Michael Hurwitz al sospechoso habitual que necesitaba. Su idea inicial discurría al revés del planteamiento normal en la creación de un proyecto así: sabían cómo querían el formato –cámara en mano, vídeos intercalados, voz en off–, pero aún no tenían claro sobre qué argumento iba a pilotar. Gracias a los escándalos financieros de grandes empresas, se decidieron por centrarse en una familia de ricos venida a menos. De ahí salió la comedia más inteligente y ácida producida en Norteamérica en mucho tiempo. Woody Allen o Mel Brooks podrían haberla escrito y no nos daríamos ni cuenta. Michael Bluth ( Jason Bateman ) es feliz:...
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