Desde el domingo en la noche mexicana los mercados bursátiles asiáticos mostraban caídas. En la mañana del lunes amanecimos con la noticia de que el mercado japonés había tenido su peor caída en 37 años. Hoy el mercado bursátil japonés, medido por el índice Nikkei 225 tuvo una recuperación robusta (10.23 por ciento ayer martes). El mercado americano medido por el S&P 500 y el Nasdaq tuvieron una recuperación leve (alrededor del uno por ciento).
Muchos analistas señalaban a la política japonesa de tasas bajas como la responsable de la inestabilidad del lunes 5 de agosto. Pero, dada la fuerte recuperación del mercado japonés, y la débil recuperación del mercado americano, es posible que el carry trade (apalancarse en yenes para comprar activos de riesgo en dólares u otras monedas), no sea la principal fuente de esta crisis. De hecho, la corrección cambiaria entre el yen y el dólar no es significativa. Más bien hay preocupaciones alrededor del dato del mercado laboral americano (que en realidad no pareciera estar tan grave). El índice VIX, que mide las emociones que causan volatilidad en el mercado, tuvo un pico el lunes del lado del miedo (contrario al de la codicia).
Las preocupaciones por una recesión en los Estados Unidos son reales. La Fed de Nueva York predice las recesiones con base en la diferencia entre la tasa de un bono a 10 años y uno a tres meses. Para junio de 2025 (dentro de un año), la probabilidad de que la economía americana caiga en recesión, de acuerdo con ellos, es del 55.8 por ciento.
Hacer pronósticos es complicado. Ningún economista realmente puede predecir en qué momento habrá una recesión, o una severa corrección de los precios relativos internacionales. Lo que sí podemos decir es que la economía de los Estados Unidos lleva un buen rato ya brincando la probabilidad de recesión. A finales del 2022 muchos analistas pintaban como que 2023 sería un año de recesión, con una probabilidad casi del 100 por ciento, lo cual no ocurrió. La pregunta es en qué momento se acaba la resiliencia de la economía americana, y si cae en recesión, si hay espacio para políticas fiscales para empujar el crecimiento dado el elevado déficit público, estimado en dos billones de dólares. Eso es un déficit cercano al siete por ciento del PIB nominal para 2024. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) estima la deuda pública americana en 99 por ciento del PIB en 2024. La confianza de los consumidores también está a la baja, de acuerdo a la medición de la Universidad de Michigan, está hoy en 66.4, y hace un año estaba en 71.5 puntos.
Es posible que el nerviosismo en Estados Unidos esté relacionada con la elección presidencial de ese país. Los votantes, dijo Stephen Roach en un editorial de Project Syndicate en junio pasado, están enojados con el gobierno de Biden por el nivel general de precios, no tanto por la tasa de inflación. Dice Roach que desde enero de 2021, los niveles de precio permanecen altos en categorías como energía (41 por ciento), transporte (40 por ciento), vivienda (22 por ciento), y comida (21 por ciento). Por eso el público de ese país está tan pesimista respecto a las perspectivas económicas.
Todo esto son malas noticias para México. El crecimiento económico de nuestro país depende del crecimiento de los Estados Unidos. Podemos pronosticar el crecimiento mexicano usando como variable explicativa solamente el crecimiento de los Estados Unidos, con uno o dos trimestres de retraso.
México tiene sus propios problemas de déficit y deuda pública. Nuestro déficit es de seis por ciento del PIB, y nuestra deuda pública reconocida ronda el 48 por ciento del producto. Ya traíamos presión en las finanzas públicas por las pensiones. Nuestros excesos de la era echeverrista, acompañados de malos diseños pensionarios en instituciones estatales, municipales, y universidades públicas, complican aún más el escenario que reduce la capacidad de gasto del Estado.
El Estado mexicano se verá constreñido en su capacidad para dar servicios de salud, educación, seguridad pública, e infraestructura. Con una recesión americana, nuestro crecimiento no podrá financiar expansiones del Estado en todo lo que Claudia Sheinbaum ha prometido. La única solución es hacer recortes fuertes al gasto público, y transitar hacia un gobierno mucho más eficiente en el uso de los recursos. Si la continuidad es la marca de este gobierno, nos las vamos a ver muy difíciles en los próximos años.