Una discusión con la vicepresidenta le costó a Marcos Alberto Acuña Avilés el puesto por el que había trabajado casi dos décadas. Acuña había sido jefe de escolta presidencial de Daniel Ortega, hasta que fue destituido por órdenes de la vicepresidenta y esposa de Ortega, Rosario Murillo. La misma noche de su destitución —que ocurrió el 24 de julio pero que se hizo pública hasta el pasado 6 de agosto— Acuña fue internado en el Hospital Carlos Roberto Huembes, que atiende a la Policía Nacional. Desde entonces, permanece incomunicado en el hospital y custodiado por oficiales de la Policía Nacional. La seguridad de la pareja presidencial ha incrementado drásticamente en los últimos años, sobre todo tras las movilizaciones de 2018 en contra de la dictadura que gobierna el país centroamericano. Cada vez que Ortega y Murillo salen de la residencia, los equipos de seguridad montan alrededor de 40 puestos de vigilancia con 120 agentes en total. Además, el presupuesto para el programa de Protección de Personalidades para este 2024 es de 231,393,062 millones de córdobas (5,772,262 millones de euros) según el Presupuesto General de la República. Una cifra «desproporcionada», tomando en cuenta la población del país, de acuerdo con analistas de seguridad de la región. Acuña había estado al servicio de la seguridad personal de Ortega durante más de 25 años. De acuerdo con la información publicada por el diario nicaragüense Confidencial, Acuña fue parte del equipo policial de seguridad de Ortega desde los años 90. En 2007 se convirtió en el jefe de la escolta presidencial y en 2014, fue ascendido al grado de 'comisionado general'. Pero la destitución de Acuña por su «falta de acuerdos» con Murillo no ha sido la única destitución que hace la vicepresidenta contra quienes no coinciden con su visión de país. El caso más sonado ha sido el de Humberto Ortega Saavedra, el hermano del dictador a quien la primera dama mandó a encarcelar en junio de este año. ¿La razón? Unas declaraciones en una entrevista con el medio Infobae en la que el hermano del dictador descartaba a la vicepresidenta y esposa del presidente sandinista como la sucesora. Ortega Saavedra, exjefe del Ejército, se atrevió a criticar la línea de sucesión que prepara su hermano mayor para cuando se retire del poder opinando que Nicaragua «no tiene sucesores adecuados» para sustituir a su hermano. «Tras su muerte, debe haber elecciones», matizó. Eso fue suficiente para que la Policía llegara a su casa y lo internara a la fuerza en un hospital, para mantener vigilancia de 24 horas sin permitirle desplazarse a ningún lugar. Murillo es quien en los últimos meses ha estado tomando las decisiones del gobierno, tanto en política interna como internacional. Y es que es ella la mujer con más poder de Nicaragua. Es la vicepresidenta, «la eternamente leal» y la «copresidenta» —en palabras de su esposo— y es quien controla ahora a la Policía y al Poder Judicial. Claro está que una mujer con tanto poder no tolerará ninguna discrepancia con nadie. Eso Acuña, el ahora exjefe de escolta presidencial, lo sabe muy bien.