Dicen que la algarabía estalló con el último segundo. No hubo lugar en Cuba en que no se celebrara “a lo grande” la victoria del pinareño y que en Herradura, su tierra natal, el clavo de la medalla relució como el oro, en espera de la última presea de un hombre que ha hecho historia en el olimpo. En francés, español, inglés; no importaba el idioma para vitorear al héroe.
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