La Sierra Norte es uno de los enclaves naturales más especiales de la península por sus bosques únicos y por los mágicos pueblos que la conforman, volviéndose un reclamo para todos los amantes del turismo de interior
Orbaneja del Castillo: un paseo por el pueblo burgalés dividido en dos por una cascada
Casi como si fuese una obra de ciencia ficción, y a escasos kilómetros del bullicio y la ajetreada vida metropolitana, en la esquina septentrional de la comunidad autónoma de Madrid se encuentra la Sierra Norte. El enclave, con una superficie de 1.253 km2, es una de las principales alternativas para todos aquellos amantes del turismo rural y de montaña que quieran escapar del ruido y la masificación de la ciudad en busca de paz y armonía con la naturaleza.
La comarca, que cuenta con algo más de 30.000 habitantes divididos entre los 42 municipios que la conforman, es un enclave turístico perfecto para disfrutar solo o en familia de sus tesoros naturales, pero además tiene gran influencia por su valor socioeconómico. Esto se debe a que el principal río que la cruza, el Lozoya, así como los embalses a los que abastece son claves para el suministro de agua en la comunidad.
Debido a su vasta extensión, Sierra Norte está dividida a su vez en seis subcomarcas:
El Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama es uno de los principales atractivos de Sierra Norte por su larga tradición conservacionista y deportiva. Dentro de él, gran cantidad de especies animales coexisten de manera protegida, entre ellas algunas de las más amenazadas de la península como el buitre negro, la cigüeña negra o el águila imperial. La Sierra de Guadarrama, la cual corresponde a Madrid en más del 60% de su extensión, contiene además la cresta del macizo de Peñalara.
La Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón es uno de los espacios más desconocidos pertenecientes a la comunidad autónoma de Madrid. Durante años, se estableció una relación casi simbiótica entre el ser humano y la naturaleza, dotando a la zona de gran valor medioambiental, tanto es así, que la Sierra del Rincón fue declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco en el año 2005.
Entre sus paisajes, es posible disfrutar de robledales, pinares y un hayedo único en la Comunidad de Madrid. Además, la naturaleza convive con el ser humano, como se hace patente al observar la arquitectura rural de la zona, con fuentes, molinos, colmenares y casas tradicionales repartidas por toda la sierra.
Sierra del Rincón cuenta con extensos bosques protegidos entre sus entrañas; de ellos, es imposible pasar por alto el Hayedo de Montejo, una extensa arboleda de hayas autóctonas. El espacio natural destaca por su vegetación húmeda y unas características que lo aproximan más a bosques típicos de zonas de Europa central.
El Hayedo de Montejo fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 2017. Por ello, pese a poder visitarlo de forma gratuita, el espacio cuenta con restricciones que limitan su visita, como la obtención de acreditación mediante compra de entrada anticipada o un número controlado de visitantes al día. Además, la ruta está guiada por pasarelas de madera que marcan la senda a seguir y está prohibido salirse de ellas, así como fumar, comer o acceder con animales.
El espacio es uno de la cantidad de enclaves naturales de Sierra Norte abiertos al público, pero que, sin embargo, deben de ser visitados de forma responsable, cumpliendo las restricciones en todo momento y contribuyendo a que dichos ecosistemas sigan existiendo.
El territorio no solo ofrece espacios naturales increíbles, sino que también están acompañados por espacios rurales únicos. De las reconocidas once villas de la Comunidad de Madrid, cuatro pertenecen a la comarca de Sierra Norte -Patones, Torrelaguna, Buitrago del Lozoya y Rascafría-, destacando todas ellas por su comunión con la naturaleza y por el patrimonio histórico que albergan.
Quizás la más destacada es Patones, un municipio dividido en dos núcleos urbanos, Patones de Arriba y Patones de Abajo. A poco más de 65 kilómetros de Madrid capital, Patones de Arriba cuenta con una historia singular. Tanto es así, que durante la Edad Media y hasta mediados del 1700 el pueblo no se regía por ningún alcalde que los gobernase, sino por un rey, el denominado “Rey de los Patones”, quien fue escogido por el pueblo por su habilidad para resolver los problemas que acontecían en el mismo.
Por otro lado, el homónimo del sur, Patones de Abajo, se estableció durante la Guerra Civil, cuando vecinos de Patones establecieron sus viviendas algunos kilómetros más abajo.
Patones de Arriba se ha consolidado durante los últimos años como uno de los enclaves rurales más singulares por su arquitectura y sus calles de pizarra negra por las que parece no pasar el tiempo. Tanto es así, que en el año 1999 el pueblo fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Comunidad de Madrid.
El acceso es complejo, ya que el paso de vehículos está restringido con la finalidad de preservar sus empedradas calles. Al visitar el pueblo, es imposible no recorrer el yacimiento de El Cerro de la Oliva, la Iglesia de San José o la Fuente Nueva. Todos estos elementos, sumados a la conexión entre las construcciones de pizarra, los suelos empedrados y su localización montañosa, vuelven a Patones de Arriba un destino digno de un cuento de fantasía.