Días movidos para la Biblioteca Nacional del Perú tras la salida de Boris Espezúa de la dirección de esta institución cultural, la más relevante del país. Su renuncia se da en un contexto protagonizado por la presidenta Dina Boluarte y la ministra de Cultura, Leslie Urteaga, quienes incluyeron sus textos, por los de Carmen Mc Evoy y Maria Emma Mannarelli, en una publicación ya editada y destinada para los escolares en el marco del bicentenario: 200 años después. Los escolares preguntan, los historiadores responden. Al respecto, revisar la nota a Mc Evoy publicada este domingo 4 en La República.
Por otro lado, el alejamiento de Espezúa ha suscitado reacciones encontradas sobre su labor, que duró casi un año, por parte de los mismos trabajadores de la BNP, tal y como se ha podido apreciar en las redes sociales.
Hay dos versiones de su alejamiento: como intelectual, a Espezúa le resultaba imposible seguir siendo parte de una dinámica en donde no existía el más mínimo respeto por el trabajo precisamente intelectual (en referencia al cambiazo de textos señalados en el párrafo anterior); en segundo lugar, su renuncia habría obedecido a su oposición a intereses por construir bibliotecas, ordenada por Urteaga. Sobre este punto, ¿qué hay de malo en construir más bibliotecas? Nada para objetar, pero es la forma (ligada a acelerados fines populistas) en que se pretende ejecutar la orden lo que hace levantar la ceja a más uno.
Mientras se busca a una persona que ocupe su lugar, el cual tiene interinamente a Ana Peña Cardoza (jefa del Gabinete de Asesores del Despacho Ministerial) en el puesto, llama poderosamente la atención que nadie de la misma BNP haya reclamado por la necesidad mayor de la institución: el inventario general, prioridad ausente no solo en la gestión de Espezúa, sino en todas las precedentes, excepto en las gestiones de Ramón Mujica y de Fabiola Vergara (esta última, reconoció que era una gran deuda institucional).
Todos quieren que la BNP siga editando libros, del mismo modo que haya más bibliotecas públicas, pero son objetivos menores al inventario. ¿O es que en la BNP hay un pacto silencioso con la corrupción? Todos los problemas de la BNP nacen de ese vacío.
Quienes no quieren o le temen al inventario, han encontrado un escenario perfecto en la gestión presidencial de Dina Boluarte. En estos últimos meses, hemos visto locuras administrativas en el universo de la BNP. A saber: la sede histórica de la Gran Biblioteca Pública de Lima de la avenida Abancay del centro de Lima ha tenido en este primer semestre hasta tres directores. Uno cada dos meses. ¿Qué programa serio se puede llevar a cabo de esa manera? Esta es una pregunta que también deben responder los funcionarios defensores de Boluarte, porque Urteaga no es la única kamikaze que apoya sus despropósitos, se necesita indudablemente de más personas alineadas. Lamentable.