Jorge Castellanos Milán (calle D, No. 509, entre 21 y 23, Vedado, La Habana) frecuentemente visita el cementerio de Colón de nuestra capital para ponerle flores a su hija. Y advierte que «es triste, lamentable e imperdonable que el inmenso yerbazal se haya adueñado de esa necrópolis de manera alarmante, y oculte sus hermosas y valiosas esculturas, a lo que se suma el estado en que se encuentran capillas, panteones y nichos».
Significa el lector que ese cementerio ostenta la condición de Monumento Nacional, y es a nivel mundial uno de los más importantes por su impresionante iconografía religiosa, sus esculturas de mármol y sus monumentos arquitectónicos.
Y subraya que no debía concentrarse solo la atención y el esmero en el área comprendida entre la entrada principal hasta la capilla central, pues ese camposanto abarca 57 hectáreas de extensión que de forma organizada y planificada deben ser celosamente cuidadas.
Reconoce Jorge que el país está atravesando una de sus etapas más difíciles, en la que las carencias y limitaciones se han recrudecido. Pero si además de ello los que por razón de su cargo no velan y cumplen a cabalidad con las funciones y misiones que les han sido encomendadas, así nos va a ir matando la irresponsabilidad, la indolencia y la negligencia.
Indica que por ser un asiduo visitante de ese cementerio, da fe de que mientras fue atendido por la mano de obra de personas sancionadas por la justicia logró determinada conservación, cuidado y limpieza.
«Desconozco las razones por las que se dejó de atender de esa forma, dice, pero no debió haberse eliminado ese mecanismo, mucho menos si no se había previsto o se tenía una segunda opción para mantener en las debidas condiciones nuestra principal necrópolis.
«Creo que Máximo Gómez, Carlos J. Finlay, Alejo Carpentier, Alicia Alonso y muchas otras personalidades que en él descansan son merecedores de esta muestra de respeto; sin contar a nuestros seres queridos que allí se encuentran sepultados.
«Urge una solución para que nuestro cementerio no se convierta en una selva, sin exageración de ningún tipo. No podemos seguir ni estamos en condiciones de acumular problemas. Debemos hacerles frente a los que ya tenemos, que son más que suficientes. Sería muy irónico que la Necrópolis de Colón cavara su propia tumba», concluye.
El pasado 18 de junio, y desde la calle 148, No. 24908, entre 249 y 251, en Bauta, provincia de Artemisa, Ovidio Vento Morales denunció aquí que desde hacía tiempo paga una licencia para Segurmática, que le permite actualizar periódicamente el antivirus de su computadora; y desde hacía varios meses esa protección era imposible.
Cuando logra obtener la actualización, decía, esta viene con una fecha en la «envoltura», pero el contenido no se corresponde con esa fecha. La supuesta actualización está desactualizada.
«En resumen, añadía, la página principal de Segurmática de mi computadora dice que la última fecha de actualización fue el 25 de marzo de este año. Más de dos meses de atraso. Demasiado tiempo si estoy pagando la licencia correspondiente, además del riesgo de contaminación», concluía.
Y ahora vuelve a escribirme Ovidio, para manifestar que ya ha pasado más de un mes y no ha tenido ni atención ni respuesta alguna, y en el tiempo transcurrido ni siquiera ha podido actualizar el antivirus. Ya son cuatro meses de desactualización, concluye.