Consternación, conmoción, dolor, desolación. España entera llora junto a Carolina Marín después de su lesión en la rodilla derecha, que la llevó a protagonizar momentos desgarradores mientras estaba a punto de asegurar su clasificación para la final del torneo de bádminton de los Juegos Olímpicos de París 2024, en busca de su segundo oro olímpico el pasado domingo.
El estadio parisino de La Chapelle pasó de la fiesta a la tragedia en un solo segundo: la española Marín, que dominaba con brillantez la segunda semifinal de bádminton ante la china Bing Jiao He, se cayó, se dobló la rodilla derecha y tuvo que abandonar el partido, devastada por el dolor y rota por la rabia de perderse una final que ya acariciaba.
La atleta lideraba en el marcador por 21-14 y 10-6 cuando ocurrió el accidente. Corrió tras el volante, pero su pierna derecha no aguantó. Su manera de cubrirse la cara con las manos, sus gritos y su inmovilidad en el suelo indicaron que la lesión era grave.
Asistida inmediatamente por los servicios médicos y por su entrenador, Fernando Rivas, tardó varios minutos en poder acercarse al banquillo con ayuda. Ahí le colocaron una aparatosa rodillera y, cojeando, regresó a la cancha.
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Se arrodilló sobre la pista, metió la cabeza entre los brazos y lloró sin descanso, abrazada por Rivas y por todo el estadio, que la despidió en pie, con una gran ovación y el corazón encogido.
Marín sufrió durante su carrera una rotura de ligamento cruzado en cada rodilla, la segunda de las cuales le impidió disputar Tokio 2020.
Los Juegos de París parecían haber llegado para culminar su lucha contra todas las adversidades de los últimos años: las graves lesiones y golpes personales, como el fallecimiento de su padre en 2020, después de cinco duros meses luchando contra las consecuencias de un accidente laboral.
Contra todo ello y contra el miedo a perder, Marín se estaba imponiendo en París, destacándose como una jugadora excepcional, la única no asiática que ha triunfado en el circuito, campeona olímpica en 2016 y tres veces campeona mundial.
Hasta el momento fatídico de la lesión, la volantista española había demostrado un despliegue físico y táctico formidable.
El partido entre las dos zurdas comenzó con intercambios largos, de hasta 24 golpes. He asustó con unos primeros remates imparables, pero Marín persistió en su juego de precisión y logró abrir la primera brecha (11-7) en el marcador.
Con una solidez aplastante llegó al 16-7 y aguantó la posterior reacción de la china, que sumó cinco tantos seguidos, su mejor racha. De nuevo con su servicio, Marín administró los riesgos y cerró el juego con un remate a la línea de fondo que sorprendió a He.
Regresó a la cancha como un huracán. Remató, cruzó el volante y dejó pasar con acierto los golpes largos de He, sexta cabeza de serie, que comenzó a moverse cabizbaja por la pista entre punto y punto, desbordada. Con 9-3, Marín empezó a atisbar la final.
Pero el tiempo se detuvo con el marcador en 10-6, cuando la desgracia hizo su aparición sobre la pista verde y morada de París. Los Juegos se acabaron para Carolina Marín una vez más por culpa de la rodilla. El final más triste para una luchadora a la que solo una lesión pudo apartar de su segunda final olímpica.
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