Londres. El primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, prometió este lunes condenas “rápidas” tras la reunión de crisis por los disturbios de activistas de extrema derecha del fin de semana tras el asesinato de tres menores.
Starmer convocó a su gabinete y los altos mandos policiales, incluyendo al director de Scotland Yard, Mark Rowley, para abordar como frenar los peores disturbios en 13 años en Reino Unido, que incluyeron ataques contra mezquitas y centros para demandantes de asilo.
El primer ministro prometió que el gobierno “reforzará la justicia penal” para garantizar sanciones “rápidas” en un momento en que el país está conmocionado por las imágenes de los ataques a albergues de personas que solictan asilo y mezquitas, saqueos de comercios y enfrentamientos con la policía.
La ola de violencia estalló tras un ataque con cuchillo que se cobró la vida de tres niñas hace una semana durante una fiesta temática de la cantante estadounidense Taylor Swift en Southport, que después se extendió durante todo el país.
Los disturbios fueron atizados por rumores falsos y especulaciones en internet sobre la identidad del sospechoso y algunas versiones difundidas por “influencers” de ultraderecha indicaron que el autor fue un demandante de asilo musulmán.
La policía informó que el sospechoso es un joven de 17 años nacido en Gales, pero los medios británicos reportaron que sus padres son ruandeses.
Quinto día de violentas protestas de la extrema derecha en Reino Unido
Tras adoptar una postura dura en los últimos días contra quienes calificó de “matones de ultraderecha”, Starmer convocó al gabinete de crisis en su residencia Downing Street, en Londres.
Starmer anunció este lunes que se creará un contingente permanente de policías formados para ser desplegados en caso de nuevos disturbios.
“Mi objetivo es garantizar que pongamos fin a estos desórdenes”, declaró.
El domingo por la tarde, el primer ministro acudió a la televisión para asegurar a los alborotadores que “lamentarán” haber participado en los altercados de los últimos días, directa o indirectamente, “al haber provocado estas acciones en internet”.
La violencia supone un gran reto para Starmer (un abogado de derechos humanos y exresponsable de la fiscalía británica) electo hace sólo un mes en la aplastante victoria de los laboristas sobre los conservadores.
Diputados de todo el espectro político le insisten que convoque al parlamento, actualmente en receso estival, incluidos la exministra del Interior ultraconservadora Priti Patel y el ultranacionalista líder de Reform UK, Nigel Farage, conocido por sus posturas antiinmigración.
Desde el ataque con cuchillo del pasado lunes en Southport, en el noroeste de Inglaterra, se multiplicaron los disturbios y los enfrentamientos entre la policía, los manifestantes y, en ocasiones, los contramanifestantes antirracistas en numerosas ciudades británicas, desde Liverpool en el noroeste hasta Bristol en el suroeste, pasando por Leeds y Sunderland, en Inglaterra, o Belfast en Irlanda del Norte.
El domingo, estas concentraciones, bajo el lema “Ya es demasiado” en referencia a la llegada al Reino Unido de migrantes que cruzan el Canal de la Mancha en barcas neumáticas, desembocaron en ataques contra dos hoteles que albergaban a solicitantes de asilo.
En Rotherham, en el norte de Inglaterra, varios centenares de personas se concentraron, rompieron ventanas, provocaron incendios y lanzaron proyectiles contra los agentes de policía, mientras otros gritaban consignas como “Expúlsenlos”.
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Al menos diez policías resultaron heridos, pero ningún empleado del hotel ni ningún huésped, según la policía local.
El Reino Unido no vivía una ola violencia de este tipo desde 2011, tras la muerte de un joven mestizo, Mark Duggan, a manos de la policía en el norte de Londres.
Según los medios británicos, más de 400 personas fueron detenidas en la última semana.
La policía responsabiliza en particular a la English Defense League, un grupo de ultraderecha creado hace 15 años, cuyas acciones contra la inmigración se vieron marcadas por exabruptos.
En términos más generales, algunos comentaristas y responsables políticos creen que el auge de la retórica antiinmigración entre los políticos británicos legitimaron a los manifestantes.