Te ruego, por favor, que borres mi nombre de la imaginaria lista de decepcionados españoles por no haber conseguido el oro olímpico. No creo que sean tantos los que se sienten desencantados, pero, por si acaso, no quiero formar parte de esa lista. Por el contrario, apúntame en la muy larga relación de paisanos que sienten admiración por tu currículum tenístico , por la progresión de tu juego, por tu manera de ser, por cómo te manifiestas ante las cámaras y, cómo no, por todos tus triunfos, siendo los recientes los de Roland Garros y Wimbledon... Y la medalla de plata de esta Olimpiada. Que no te pese responsabilidad alguna como español, porque has demostrado serlo de corazón. Y no te has ahorrado besos a la bandera de España que has lucido en tu camiseta y en tus ojos que han brillado emocionados cuando has escuchado el himno de España que sonaba en tu honor, en muchos de los premios que ya has conseguido, con tan pocos años como son los tuyos. Tus triunfos son tuyos, sin duda, y bien merecidos y trabajados, pero también tienen algo o mucho que ver con las enseñanzas, consejos y tutoría de tu equipo que encabezan Juan Carlos Ferrero y Antonio Martínez Cascales. Para los nacidos como tu entrenador en Ontinyent, el paisanaje supone una razón añadida que nos incrementa la satisfacción por tus éxitos . Que siendo muchos, más irán enriqueciendo la vitrina en la que darles alojo. Si todo un Djokovic ha conseguido el oro olímpico a los 37 años, repara en todas las Olimpiadas que Deo volente, en que volverás a tener la ocasión de participar y triunfar. Y pocas serán las finales futuras, en los Estados Unidos o Australia, en que se pueda ver tan elevado nivel de sapiencia como el demostrado en la tarde del pasado domingo por ti mismo y por el considerado mejor jugador de la historia por el número de premios acumulados. Permíteme, Carlos, una adenda para Carolina Marín . Su grave lesión, cuando ya estaba a punto de pasar a la final de bádminton, sí propicia la decepción, rabia, frustración y desencanto. Sus lágrimas, que también brotaron de los ojos de miles de españoles, son las de un dolor que no puede ser paliado por muchos que sean los deseos de ánimo que se te hagan llegar. Si las autoridades civiles -suponiendo que todavía existan en España- y las deportivas, y no sólo las de su federación -que no suelen estar ni se les espera- todavía no han reaccionado cuando se publiquen estas líneas, anunciando para Carolina la concesión de los más altos reconocimientos deportivos de nuestro país, estarán dando la verdadera talla de insensibilidad y mentecatez. Y ése sí sería motivo de enfado, más que de decepción, al comprobar que ni siquiera en un caso como el suyo se ha dado la prontitud de respuesta que se merece una deportista, que pese las graves lesiones ya sufridas en ambas rodillas, había demostrado coraje y capacidad de superación para volver a triunfar urbi et orbi, y que ojalá sea posible que los vuelva a conseguir. Mucho ánimo, Carolina, estamos contigo.