Jamás se ha hecho nada grande sin pasión, afirmaba el filósofo alemán W. F. Hegel. Pienso que se necesita, además, tesón, decisión y perseverancia. Las grandes obras no se hacen con la fuerza, sino con la constancia.
Es la que tuvo que emplear la atleta costarricense Brisa Hennessy para clasificarse a las semifinales del torneo de surf en los Juegos Olímpicos de París. Hemos sido testigos de su fuerza, flexibilidad y resistencia. Su equilibrio y danza de maniobras son fruto de un trabajo duro, no se improvisan; son consecuencia de una gran disciplina.
Los sueños no se atrapan, se tejen y consiguen con esfuerzo. La fortuna sonríe a los audaces, a quienes no se quedan en la orilla esperándola y salen a buscarla. Navegan mar adentro, sortean tormentas, eligen caminos y, sobre todo, tienen fe. Confían en sí mismos aun en medio de los giros inesperados que da la vida.
Los audaces se adelantan al acontecer y son capaces de cambiar el futuro. Por ello, los necesitamos tanto. Brisa Hennessy nos ha traído esperanza.
Recientemente, estuve en la exposición de acuarelas de Gerardina Colombari, titulada “Mareas internas”, en la Galería Nacional. El mar es su eje temático. Dos obras captaron mi atención: Después de la tormenta y La espera.
Las barcas a veces necesitan encallar, detenerse para luego navegar. La vida necesita de tiempos pacientes para pensar, crecer y reflexionar. Después de la tormenta, el sol vuelve a reflejarse en el mar, el horizonte vuelve a darnos esperanza. La vida en cierta forma es una obra de arte. Es don y tarea, porque somos seres inacabados.
El deporte y el arte son formas de expresión humana, esencia y resultado de distintos desarrollos culturales. Unieron a las tribus griegas que luchaban entre sí. Asimismo, unieron a Oriente y Occidente. Que lo digan la poesía, el cuento, la novela o el drama; o la escultura, la pintura, la arquitectura, la música, la danza o el cine.
Que lo diga la historia. Estas realidades conllevan no pocas veces dolor, moral más que físico, como el de la boxeadora italiana Ángela Carin. El deporte y el arte no se crearon para ofender a las personas ni a las culturas. Sería un contrasentido. Hay identidad detrás de ellas. Nos unen raíces.
Donde no hay respeto, hay vacío. París, hermosa ciudad con la que la mayoría sueña, lamentablemente, se ha deslucido. Aun así, celebro el temple de la cantante canadiense Céline Dion durante su interpretación de El himno al amor. Dejó el alma en su intervención.
Esa es la mejor forma de inaugurar y agradecer a los atletas su talante y compromiso con la excelencia. Detrás del trabajo bien hecho hay belleza. Quizás por ello la belleza salvará al mundo, como decía Dostoyevski.
La autora es administradora de negocios.