Matar a un perro es matar al mejor amigo del hombre. Es matar a un animal noble, amistoso y compañero del animal más bruto del mundo: el humano. De vez en cuando salen noticias de canes que son asesinados. Hoy leo dos. En no sé qué lugar de Francia dos agentes de policía se cargan a tiros a un perro que había mordido a uno de ellos, en pierna y brazo, expresan. Miro la foto y por el tamaño del cánido no creo que llegase mucho más arriba. Parece ser que el pobre iba con su dueño, perjudicado de alcohol, cuando los policías le detuvieron para hacerle una inspección. El beodo se negó y azuzó a su mascota contra la autoridad, la cual, dada su lealtad al maleducado, agarró a uno de los agentes por el muslo. El otro, con aspecto de armario ropero, tomó su arma y se lió a tiros contra el animalillo. Ole las técnicas de protección policial, qué valiente esfuerzo hicieron. ¿No podían entre ambos reducir al chucho?
Quizá el no mordido y disparador era perrofóbico, hay muchos así. Los que tenemos perro lo sabemos, hay gente que los detesta porque sí, porque seguramente odiarán todo aquello que no conocen. Es seguro que si esos desdichados conocieran a fondo a un perro dejarían de odiarlos para siempre.
En Zaragoza otros polis se cargaron de la misma forma a un peluche blanco que se había soltado de la correa y andaba despavorido buscando a su dueño por un parque. En la foto se ve al pequeño animal abatido. Cuentan que intentaron atraparlo amagándolo con una silla.
Y yo me pregunto, ya que cada vez hay más canes por nuestras ciudades, ¿no sería razonable que fuese obligatorio un curso en la formación de la policía, o una patrulla especial que velase por la seguridad de nuestros animalitos?
Pues que sepan los perrofóbicos que los hombres no matan perros. Y que aquellos que los amamos, que somos ya mayoría incuestionable, lo denunciaremos siempre.