«Me he roto». Carolina Marín ya lo sabía cuando fue a buscar un volante cerca de la red y la rodilla no le aguantó. «Me he roto», le dijo a su entrenador en la primera mirada que cruzaron. Ahí, las primeras lágrimas, la rabia, la desesperación, Fernando Rivas fue a buscarla, más a consolar que a ayudar. Sabían los dos que eso era imposible de levantar. En el suelo del pabellón de la Porte de la Chapelle se habían quedado la rodilla derecha, las ilusiones, ocho años de sacrificio y espera, otras dos lesiones parecidas. Ahí se había quedado Carolina Marín. Lo intentó. Se sentó en el banquillo, intentó encontrar el aire, apaciguar el dolor emocional más que el físico,...
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