La última jornada en la piscina olímpica de La Defense se cerró a la grande, sin reparar en gastos, con dos récords del mundo, una exhibición de la velocista sueca Sarah Sjöström y el adiós de bronce de Léon Marchand , el héroe local. Fue una velada corta, con solo cuatro pruebas, pero de una electricidad asombrosa. Abrió el apetito Sarah Sjöström, la increíble nadadora sueca que se las apaña para sacar una cabeza a sus competidoras en una prueba febril, tan corta y explosiva que las llegadas hay que verlas por televisión porque nadie es capaz de distinguir entre la espuma quién toca primero y quién después. En la final de los 50 metros libres de este domingo, sin embargo, no hubo dudas: Sjöström, la favorita, la mujer que se había permitido la chulería de romper el récord olímpico en semifinales, ni siquiera dio opción al suspense. Paró el crono en 23.71, una décima más que su propia plusmarca mundial. La velocidad es el territorio de Sjöström y ahí impone una monarquía absoluta. De París se va con dos medallas de oro -la otra la ganó en los 100 libres- y en su vitrina cuenta ya con seis metales olímpicos. Lo de Sjöström parecía un plato fuerte, pero fue en realidad un aperitivo sabroso y breve, una de esas raciones pequeñas y muy elaboradas que sirven en los restaurantes con estrellas Michelín. El chuletón de la velada llegó después y corrió a cargo de Bobby Finke , un tipo de Florida que prefiere el esfuerzo sostenido a la explosión furibunda. La carrera de los 1.500 libres mantuvo la emoción hasta el final. Finke cogió la delantera desde los primeros giros, pero el italiano Paltrinieri se propuso acosarlo sin descanso. Nunca, salvo quizá en el último hectómetro, llegó a verlo claro el americano, que sentía el peligroso aliento de su rival apenas cuatro brazadas más allá. La distancia ni se abría ni se cerraba, se mantenía constante, mientras el público esperaba o el definitivo hachazo de Finke o el ataque final de Paltrinieri. No hubo ni lo uno ni lo otro, aunque el americano debió exigirse al máximo para encontrar el oro al final de su travesía. No solo lo halló, sino que se llevó de propina un nuevo récord del mundo. El anterior, propiedad del chino Yang Sun, databa de los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012. Finke lo ha rebajado en casi cuatro décimas y debería invitarle a Paltrinieri a un café y a un croissant por haberle apretado durante toda la prueba. La plusmarca queda ahora establecida en 14:30.67. El nadador de Tampa revalida el oro olímpico que ya ganó en Tokio y suma además la plata que conquistó aquí en los 800 metros. Las dos últimas pruebas de la jornada y de la natación parisina, los 4x100 estilos masculino y femenino, parecían poca cosa después de todo lo vivido en la primera hora, pero los nadadores se las arreglaron para mantener arriba los ánimos y la expectación. En el primero de ellos, los franceses tenían el aliciente de volver a ver a su héroe, Léon Marchand , en la piscina y soñaban con una nueva medalla de oro que añadir a la fastuosa colección del heredero de Michael Phelps. Aunque durante algunos segundos creyeron que podía ser posible, finalmente tuvieron que rendirse a la evidencia y reconocer la superioridad conjunta de chinos y americanos, que les antecedieron en el podio. Marchand dice adiós a sus Juegos con un bronce, que tal vez luzca poco después de los cuatro oros anteriores, pero que subraya la enorme entidad de un nadador llamado a marcar una época en este deporte. Las nadadoras del 4x100 estilos, últimas en comparecer por el recinto de La Defense, no quisieron despedirse a la francesa y disputaron una prueba feroz, digna del alto nombre de sus participantes: allí estaban la australiana McKeown , la canadiense McIntosh , otra vez la sueca Sjöström . Ni ellas ni sus compañeras pudieron con el equipo americano, que no se conformó con nadar más rápido que sus rivales, sino que fijó un nuevo récord del mundo ante un público que ya no esperaba grandes sobresaltos. Regan Smith, Lilly King, Gretchen Wals y Torri Huske frenaron el cronómetro en 3:49.63, batiendo una plusmarca que databa de 2019. La jornada acabó con las australianas vestidas de chándal tirándose a la piscina, festejando su plata como si estuvieran en la casa de alguna amiga. Así se cierra la natación en París: con sonrisas, chapoteos felices, records del mundo y actuaciones sobresalientes.