Esta fue una semana triste para los venezolanos, a quienes les robaron el sueño de su regreso democrático, y triste también para los costarricenses, al ver cómo el gobierno desperdicia tiempo valioso en ocurrencias como la “ley jaguar” (cuya nueva versión o es innecesaria o tendrá nuevos vicios de inconstitucionalidad), cuyo fin es desviar la atención del país de su incapacidad para tomar las acciones que realmente se necesitan.
No bastó el informe del Estado de la Educación y el voto de censura a la jerarca para que el gobierno se enfocara en lo urgente, que es la inversión en educación. Mientras tanto, más datos preocupantes salen a la luz: la OCDE advierte con números que nuestra excepcionalidad del pasado, la fortaleza de nuestro talento y la educación como movilizador social, se pierde a pasos de gigante.
Solo un 7% de nuestros niños disfruta de educación temprana (entre 0 y 3 años), muy lejos de la media del 30%, en tanto un 67% de los niños disfrutan de educación preescolar en comparación con una media del 87% en otros países. En este último caso, además, violentando un derecho constitucional.
De esos números lo más grave es que desde pequeños estamos ampliando las brechas de desigualdad, y la educación que no alcanza a poblaciones vulnerables dejará de ser la llave de las oportunidades, condenando a una generación a la pobreza.
La red de cuidado infantil, llamada a ser la solución, se encuentra cada vez más debilitada porque el subsidio se ha mantenido en el mismo monto de ¢117.000, lo cual obliga a trabajar cada año con menos recursos y afrontar costos crecientes. Por eso no extraña que los cupos estén estancados durante cuatro años.
Cuando le preguntaron al ex primer ministro Tony Blair cuáles serían las tres prioridades de su gobierno, sin dudarlo dijo: “Educación, educación, educación”, prioridad a la que me sumo indiscutiblemente, y ruta que recomiendo al gobierno.
Estudio tras estudio se demuestra cómo la inversión en niños pequeños reditúa al crear nuevos circuitos neuronales, a entrenarlos y estimular su cerebro y sacar el máximo provecho del aprendizaje, lo que les permitirá un mejor desarrollo psicomotor, autonomía personal, riqueza de lenguaje, habilidades de comunicación y mejora de sus capacidades para relacionarse en distintos entornos físicos y sociales.
La autora es politóloga, miembro del Advisory Board del Wilson Center en asuntos para América Latina.
