Nuestro cuerpo es una máquina (casi) perfecta. Miles de interconexiones suceden cada día en el interior de nuestro organismo para producir reacciones, activaciones, sensaciones, respuestas, metabolismos, oxidaciones… En muchas ocasiones, esas interacciones conectan aspectos aparentemente inconexos de nuestra salud: de la cabeza a los pies. Es lo que ha vuelto a poner de manifiesto un estudio publicado en la revista «Neurology», órgano de comunicación de la Academia Americana de Neurología: la grasa corporal acumulada en brazos y abdomen puede aumentar el riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas.
Según los autores de este hallazgo, que está liderado por el neurólogo de la Universidad Sichuan en China Huan Song, las personas que tienen altos niveles de tejido adiposo en esas dos partes de cuerpo son más susceptibles de padecer párkinson y alzhéimer. De alguna manera, la composición corporal, la distribución de grasa y músculo y el desarrollo de diferentes tipos de tejido están íntimamente relacionados con la salud neuronal.
Ambas enfermedades neurodegenerativas afectan en la actualidad a cerca de 60 millones de personas en todo el mundo y se espera que su incidencia aumente de manera significativa en las próximas décadas a medida que la población se hace más longeva. La ciencia ha entrado en una carrera sin precedentes para identificar factores de riesgo y posibles agentes causales de las dos patologías más habituales (Parkinson y Alzheimer).
Hoy conocemos bastante más que hace medio siglo sobre las causas biológicas de algunos de los síntomas. Se tiene cierta certeza del papel que juegan algunos neurotransmisores como la dopamina en el desarrollo de párkinson. Las neuronas que producen esta sustancia pueden morir lentamente y dejar de generar los mensajeros químicos que sirven para controlar los movimientos musculares.
En el caso del alzhéimer, se ha estudiado profusamente el rol de proteínas como las Beta-amiloide en la generación de placas que interrumpen el correcto funcio-namiento de las neuronas. Pero no se tiene todavía un dibujo definitivo de cuáles son las causas primeras de este tipo de disfun-
ciones bioquímicas.
El nuevo estudio pone el foco en factores ambientales que pueden ser monitorizados y controlados durante la vida del individuo antes de que surjan los primeros síntomas del mal.
En el trabajo se ha estudiado
la historia médica de 412.691 personas de una edad media de 56 años a las que se analizó durante cerca de nueve años. Al comienzo del estudio se tomaron medidas
de la composición corporal de cada una de ellas. Por ejemplo: perímetro del abdomen, medida de
las caderas y los brazos, fuerza de agarre de las manos, densidad ósea, masa muscular e índice de tejido graso.
Cáncer de mama metastásico
A lo largo de los 9 años de este tipo de seguimiento, un total de 8.224 personas desarrollaron alguna enfermedad de tipo neurodegenerativo, principalmente Alzheimer (la más habitual) seguido de Parkinson.
La estadística ha demostrado que los participantes de sexo masculino con altos niveles de grasa corporal en su abdomen desarrollaron una enfermedad de este tipo a razón d 3,38 casos por 1.000 habitante-año, una medida que representa el número de personas estudiada en relación al tiempo que estuvo dentro del estudio). Los grupos de personas con baja cantidad de grasa presentan una tasa de 1,82 casos por cada 1.000. Entre las mujeres, los datos son también equivalentes: 2,55 casos por cada 1.000 habitantes entre las féminas con altos niveles de grasas frente a 1,39 entre las que no tenían mucha grasa en abdomen o brazos.
Los expertos quisieron preguntarse qué otros factores podrían intervenir en esta disparidad de resultados. Por ejemplo, las personas con mayor grasa corporal pueden también (aunque no siempre, obviamente) presentar peores hábitos alimenticios, consumir más alcohol, realizar menos deporte o presentar otros factores ambientales que conduzcan a un mayor riesgo independientemente de su cantidad de grasas.
Por eso, se han utilizado algoritmos que eliminan de la ecuación otros condicionantes: fumar, beber, el sedentarismo, etcétera.
Tras ajustar los datos con estas correcciones se manifestó que la cantidad de grasa en vientre y brazos sigue siendo un factor de riesgo que se encuentra incluso por encima de la diabetes o la hipertensión.
Cáncer de mama metastásico
En concreto, las personas con mayor acumulación de lípidos en esas zonas de su organismo pueden tener hasta un 18 por 100 más de probabilidades de padecer
Parkinson o Alzheimer. Por el contrario, la fuerza muscular parece jugar un papel contrario. Las personas con más masa muscular fuerte tienen un 26 por 100 menos de probabilidades de sufrir las citadas patologías. Obviamente, cuando se practican ejercicios como los de fuerza, el crecimiento y resistencia del músculo desaloja a las grasas del cuerpo.
La relación entre la composición corporal y la evolución de enfermedades neurodegenerativas puede en algunos casos ser explicada por la concomitancia con enfermedades cardiovasculares. Pero también existen otros estudios que apuntan directamente a la composición grasa sin referirse a otros elementos.
Un reciente trabajo de la Universidad de Chicago demostró que grandes cantidades de grasa visceral abdominal estaba relacionada con el alzhéimer. La grasa visceral es la que rodea los órganos internos y, por lo tanto, podemos considerar que es grasa oculta, invisible. Según esta investigación de Chicago, ese tipo de tejido graso está relacionado con cambios neuronales detectables hasta 15 años antes de que se aprecien los primeros síntomas de pérdida de memoria de un enfermo de alzhéimer.
La confirmación se produjo tras analizar decenas de resonancias magnéticas del cerebro humano y trazar las cantidades de proteínas amiloide y tau alteradas mediante técnicas de diagnóstico tomográficas.
Esos datos se cruzaron con historiales clínicos de Índice de Masa Corporal, obesidad, resistencia a la insulina y adiposidad abdominal. Todos los pacientes estudiados comenzaron los análisis cuando no presentaban síntomas de deterioro cognitivo. Los investigadores descubrieron que a mayor grado de grasa visceral se correspondía una mayor tendencia a encontrar grandes cantidades de beta amiloide, una de las proteínas implicadas en el desarrollo del alzhéimer.
La relación era mucho más evidente en hombres que en mujeres. Además, esta grasa también estaba relacionada con mayores tasas de inflamación a nivel cerebral.
De momento, estos estudios tienen que ser confirmados con trabajos ulteriores.
El análisis de la Universidad de Sichuan se basa en datos extraídos de bases clínicas occidentales con demasiado sesgo a favor de la población blanca, lo cual puede limitar los resultados aplicables a otros tipos raciales.