En diciembre de 1996, sólo 17 meses después de llegar al poder, el nuevo gobierno de la Generalitat presidido por Eduardo Zaplana tomó una decisión sin precedentes: amputar una universidad pública con la excusa de que iba a crear otra. La Universidad de Alicante, para cuya aprobación fue necesario incluso que los ciudadanos salieran a la calle a manifestarse, se quedó sin la Facultad de Medicina, hasta entonces la joya de su corona, que le fue enajenada y traspasada manu militari a la Miguel Hernández.