Nick Casey sonríe con sus rizos en un Madrid ardoroso . Entre sus muchas reuniones, las propias de un corresponsal, saca un rato para un café conversado. Su pronunciación es correcta, su decir lacónico, aunque el acento californiano le da cosmopolitismo a una radiografía de Madrid que abarca otros frentes; muchos frentes. Los que son imprescindibles para un corresponsal de 'The New York Times'. Llegó, por primera vez, en el año 2000, y aún andaban, asegura, los últimos coletazos de la Movida . Le fascinó como una epifanía ese Madrid, que fue la primera capital europea que vieron sus ojos. Hay que imaginarlo de mochilero en esa ciudad que por aquel entonces exhalaba decadencia. Sin embargo, ese momento le...
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