La noticia sobre el mayor canje de prisioneros desde la Guerra Fría es un gran paso para ambos bandos. Este intercambio que ha incluído ciudadanos de Rusia, EE.UU., España, Alemania, Eslovenia, Polonia, Noruega y Gran Bretaña parece, sin embargo, producir sentimientos encontrados en activistas bielorrusos, que creen que se ha dejado en el tintero a muchos opositores presos. Una pregunta ha quedado en el aire: «¿Por qué no estaban en el grupo que fue liberado?». El Gobierno de Lukashenko en Bielorrusia ha colaborado en la operación del pasado jueves al aceptar la liberación del ciudadano alemán Rico Krieger, encarcelado en el país desde octubre de 2023 y condenado a muerte por delitos de espionaje y terrorismo, entre otros cargos. Pero hasta ahí llega su participación, lo que ha llevado a activistas de la oposición a Lukashenko a preguntar este viernes a Alemania por qué no ha buscado ir más allá. Tatsiana Khomich, es una de las voces que ha pedido explicaciones a Alemania y Estados Unidos, ya que considera que sus esfuerzos para intercambiar a un sicario del Estado ruso por activistas de derechos humanos no se extendieron a Maria Kalesnikava y otras personas en las cárceles bielorrusas. Kalesnikava , hermana de Komisch, fue parte de la alianza electoral que se presentó a las elecciones de Bielorrusia de 2020 contra Lukashenko. Un proceso lectoral que fue ampliamente cuestionado y tras el que la opositora acabó en prisión, condenada desde ese mismo año a 11 años por atentado contra la segridad nacional. «Kalesnikava recibió muchos premios en Alemania. Esta es la cuestión: ¿Por qué no estaba en el grupo que fue liberado?», ha lamentado su hermana. El canciller Olaf Scholz justficó su decisión de liberar al sicario Vadim Krasikov como una decisión difícil pero necesaria para liberar a Krieger. «Nos quedamos atónitos al darnos cuenta de que ni un solo preso bielorruso fue liberado en virtud de este acuerdo», escribió Razam, un grupo de activistas bielorrusos en Alemania. También señalaron que «Maxim Znak y otros muchos siguen en prisión». Como Kalesnikava, hay otros 1.400 presos políticos en el país. Al menos, esa es la estimación que hace Viasna, un grupo defensor de derechos humanos en Bielorrusia y cuyo fundador, Ales Bialiatski , fue galardonado con el premio Nobel de la Paz en 2023. El propio Bialiatski cumple desde 2021 pena de prisión. «Quiero asegurarles que hay en marcha esfuerzos para liberar a otros presos políticos», han sido las palabras del ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, quien también lamentaba la falta de un ciudadano polaco preso en Bielorrusia. Se trata de Andrej Poczobut un periodista polaco-bielorruso de 51 años condenado en febrero de 2023 a ocho años de prisión. La reacción del propio Gobierno de Varsovia da cuenta de las dificultades que han rodeado un canje histórico, que incluyó la liberación de entre una de sus cárceles al ciudadano español Pablo González, nacido Pável Rubtsov, que reclamaba Rusia, y que según las autoridades locales fue detenido en calidad de espía para Putin. «Lo tengo en mente todos los días», añadió Sikorski, sobre la liberación de Poczobut, quien trabajaba para el diario Gazeta Wyborcza y cubrió las masivas protestas contra Alexander Lukashenko. El pasado 4 de julio, el gobierno de Misk concedió la libertad a 10 de sus presos. «La represión en el país continúa», declaró entonces un miembro de Viasna a la agencia 'Associated Press', quien aseguró que sólo en esos días, «las autoridades han encarcelado a otros 20». La relación entre Lukashenko y Joe Biden, tampoco muestra ningún tipo de sintonía: «El presidente de Estados Unidos no tuvo nada que ver con la organización del intercambio de prisioneros entre Rusia y los países occidentales», aseguró el líder de la república exsoviética. Lukashenko, en el poder desde hace tres décadas y cercano al régimen de Putin, ha reprimido sistemáticamente a la oposición durante todo su mandato. La dureza de sus métodos se intensificó a partir de las protestas masivas a raíz de las elecciones en 2020.