Esta pequeña localidad costera pertenece al municipio de Palafrugell, un núcleo urbano con un cierto aire bohemio, que conserva su carácter marinero y cuenta con las calas más bonitas de la Costa Brava
Un verano distinto en la Cerdanya, la región histórica catalana ideal para mantenerse activo
Salitre, Calela de Palafrugell huele a salitre y a madera húmeda de las barcas varadas entre la arena, las rocas y los pinos. Situada en la provincia de Girona, Calella es un pequeño pueblo de pescadores perteneciente al municipio de Palafrugell, un núcleo urbano que mantiene un cierto aire bohemio de la Costa Brava; un punto de la comarca del Bajo Ampurdán con carácter marinero.
En el siglo XVIII empezaron a llegar piratas a esta costa y, entonces los pescadores de Palafrugell decidieron instalarse allí para protegerla. El mar y la industria del corcho hicieron que el pueblo creciera. La costumbre de bañarse en el mar no llegó hasta el siglo XIX, cuando las clases populares se pegaban los domingos un chapuzón en las aguas del Mediterráneo y la burguesía catalana empezaba a construir sus casas veraniegas.
Situado en una costa rocosa y rodeada por pequeñas calas de aguas cristalinas, Calella ha sabido conservar su encanto gracias al perfecto estado en el que se mantiene el casco antiguo del pueblo que se caracteriza por las calles estrechas y las casas de pescadores de fachadas blancas y tejados rojos. Allí también se encuentra la Iglesia de Sant Pere, construida entre 1884 y 1887, que destaca por su sencillez.
Las calas de Calella de Palafrugell son de postal y se recomienda conocerlas a pie, recorriendo el Camino de Ronda, un camino histórico de costa que va de Blanes a Portbou. Este camino discurre por un amplio paseo que bordea la costa rocosa mientras se disfruta de unas increíbles vistas al Mediterráneo.
Cerca del Castillo de Cap Roig, se encuentra la Cala del Golfet, muy distinta al resto de playas de Calella y con con las mejores vistas de las Islas Hormigas, un archipiélago formado por cuatro islotes y 12 escollos. Esta playa está rodeada de vegetación salvaje y acantilados rocosos, es perfecta para practicar snorkel.
A pocos metros, está la playa de Sant Roc o el Canyers, desde donde se puede divisar toda la costa de Calella. La playa es pequeda, de arena gruesa e ideal para bucear.
Port Pelegrí es la segunda playa más grande de Calella de Palafrugell y se viste de colores con las casetas que se sitúan al inicio de la arena, donde también hay restaurantes.
La playa está encajonada entre dos frentes rocosos, uno de ellos es el mirador de los Burricaires, el mejor en Calella de Palafrugell. Esta lengua de roca se adentra varios metros al mar y termina en un asiento circular donde ondea la bandera de Catalunya.
A su izquierda, se enmarca la Platgeta, una pequeña playa urbana de 20 metros. Desde la Platgeta se llega a las más famosas de Calella: Port Bo y la playa del Canadell.
La Playa de Port Bo, conocida como la playa de las barcas, es una de las mejores de la Costa Brava. Sobre la arena gruesa de la playa descansan las coloridas barcas de los pescadores, mientras que enfrente del mar se encuentran las casas de los marineros con sus arcos abovedados, conocidos como les voltes, que conforman un paseo y un refugio para resguardarse del calor. Allí se puede comer una paella, un suquet de peix o un arroz caldoso en los restaurantes que se encuentran a pie de playa.
La Trona, una enorme roca, separa Port Bo de la playa del Canadell, la más grande y arenosa del pueblo. A pocos metros de la playa se encuentran más casas de pescadores, el paseo marítimo y un mirador. Al final de Canadell, se llega a la cala de els Canyissos, un buen lugar para el buceo.
A tres kilómetros del centro de Calella de Palafrugell es imprescindible visitar los Jardines de Cap Roig. Estos jardines botánicos, situados en uno de los cabos más icónicos de la costa catalana, sorprenden por el contraste del color rojizo de sus rocas con las diferentes tonalidades de azules del agua del Mediterráneo.
Los creadores de este lugar de 17 hectáreas, con cerca de 1.000 especies botánicas procedentes de todo el mundo y varias esculturas de arte contemporáneo, fueron el matrimonio formado por el coronel ruso Nicolai Woevodsky y la aristócrata inglesa Dorothy Webster.
A primeros de julio, el comienzo del verano está marcado por el canto de las habaneras, una tradición que comenzó en 1966. Estas canciones de ritmos cadenciosos y con unas letras que evocan la añoranza de los indianos, que iban y venían de Cuba.
La belleza del mar es tan sobrecogedora que parece innecesario describirla hasta el punto de que, lejos de él, podamos olerlo, imaginar las tonalidades del azul o sentir cómo rompen las olas en la orilla. Dos autores, en cambio, han sido capaces de transmitirlo con una fuerza inexplicable desde Palafrugell y Calella de Palafruguell.
Por un lado, el escritor y periodista Josep Pla, nacido en este pequeño pueblo del Bajo Ampurdán, en su obra más conocida El cuaderno gris y otras tantas. Este dietario narra el paisaje y la geografía ampurdanesa, la vida cotidiana y la obsesión por la escritura del autor. Fue escrito en la segunda década del siglo XX y se ha convertido en la obra más importante de la literatura en catalán. Cinco historias del mar, Cosas del mar y de la Costa Brava y la Guía de la Costa Brava dan cuenta de la obsesión de Pla por el mar.
La ruta Josep Pla, diseñada por la Fundación homónima, hace parada en Calella, por la fascinación que ejerció el mar en este escritor ampurdanés, y termina en el cementerio de Llofriu. La Fundación ofrece también otras rutas literarias monográficas para descubrir con más intensidad la historia, la sociedad y el paisaje de los espacios descritos por Pla, entre ellos, específicamente, la de Calella.
Por otro lado, en esta localidad de pescadores fue donde Joan Manuel Serrat compuso la mayor parte del disco y la canción Mediterráneo, posiblemente la más hermosa dedicada a este mar. Calella fue el pueblo en el que Serrat recaló en mayo de 1971, a sus 27 años, para recuperarse de las protestas en las que había participado junto con más artistas contra el Proceso de Burgos durante la dictadura franquista.
Se hospedó en un hotel humilde con unas preciosas vistas, el Batlle, junto a la playa de Port Bo, hoy convertido en un bloque de apartamentos de verano. “Que en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno, que han vertido en ti cien pueblos de Algeciras a Estambul para que pintes de azul tus largas noches de invierno”, escribió el cantautor catalán sobre el mar que divisaba desde Calella.