París.— En la más convincente demostración del boxeo cubano en los actuales Juegos Olímpicos, Erislandy Álvarez (63.5 kg) aseguró medalla de bronce y dejó claro ante posibles rivales que su mejor pelea todavía no ha llegado.
El adversario, Bunjong Sinsiri, de Tailandia, nunca pudo detener su empuje y cayó por votación unánime, aunque siempre hubo un juez viendo alguna película romántica, mientras sucedía el primer round.
El muchacho de Cienfuegos golpeó en todas las distancias, duro, preciso, con combinaciones huracanadas que levantaban constantemente exclamaciones del público.
Igual que dentro del ring, Erislandy habla en ráfagas. Suelta rectos de seguridad, sin excesos de confianza. «Vine por el oro y no voy a parar hasta
conseguirlo, no quiero irme con el bronce».
Se te vio muy bien, un tren en el cuadrilátero, ¿fue esta tu mejor pelea de las tres en la competencia? «Mi mejor pelea va a ser la final, cuando pelee por el título olímpico», aseguró con un swing directo al mentón de los conformistas.
Si un mérito tuvo el tailandés fue la capacidad de asimilación. Ni siquiera se dobló en el segundo asalto, cuando Erislandy se comportó como el Vikingo que lleva de apodo y era una máquina «tiragolpes».
Tan clara como acciones tácticas fue la respuesta al colega mexicano que le preguntó por el significado de la bandera que exhibe al lado derecho de la camiseta: «Esa isla es lo más grande, el orgullo de todos los cubanos. Para ella van mis victorias».
Hoy, vuelven al cuadrilátero Alejandro Claro y Arlen López en cuartos de final, con la encomienda de enriquecer un botín que sostiene ininterrumpidamente el boxeo cubano desde México 1968.