Por fin, el Consejo de Seguridad Vial (Cosevi) se fijó en el creciente número de bicicletas con motores de combustión (bicimotos) y concluyó lo que siempre debió ser obvio: los conductores de esos vehículos deben ajustarse a la ley de tránsito, tener licencia de conducir, inscribir sus vehículos en el Registro Nacional, pagar marchamo y someterse a la inspección técnica. Además, se propone prohibir la circulación de bicicletas con motor de combustión adaptado de forma artesanal.
Hasta ahora, las autoridades pusieron la vista en los pedales y no en el motor. El resultado es absurdo. Juan Rodríguez, subjefe de operaciones de Tránsito, relató a este diario su encuentro con el conductor de una bicimoto con motor de 97 centímetros cúbicos a quien no pudo sancionar por irrespetar un semáforo porque el vehículo también tenía pedales. “Es una carebarrada porque eso es una moto con pedales, y justo por tener pedales no se le pudo sancionar”, afirmó.
Los pedales también eximen de disponer de luces y pito, o vestir casco y chaleco, porque si bien la ley exige estos últimos a los ciclistas, no hay sanción si incumplen. Tampoco se les pueden impedir la elección arbitraria de vías para ciclistas o tránsito motorizado, y hasta pueden circular por alamedas, como lo haría un niño en bicicleta de pedales. En caso de accidente, no hay seguro y nadie controla la enloquecedora contaminación sónica de los motores de combustión, adaptados o incorporados de fábrica.
Una muestra de bicimotos examinada por las autoridades midió entre 96 y 110 decibeles, muy por encima de los máximos permitidos. Tampoco hay control sobre la emisión de gases y otras sustancias. Además, son comunes los problemas de cableado eléctrico y las fugas de combustible, con grave riesgo de incendio en plena calle o en los sitios cerrados donde se les estaciona cuando no están en operación, muchas veces en la vivienda del propietario.
Una de las observaciones más alarmantes la aportó el Instituto Nacional de Aprendizaje cuyos especialistas señalaron el peligro de transformar bicicletas diseñadas para resistir el pedaleo normal de una persona promedio, que apenas mantiene velocidades de unos 15 km/h, en un vehículo de motor, capaz de desarrollar hasta 40 km/h sin un marco, llantas o frenos aptos para soportar las tensiones de esa velocidad.
La preocupación del Cosevi quedó plasmada en un informe a partir del cual se convocará a las instituciones involucradas en la regulación para concretar un plan. Las medidas urgen. La realidad cotidiana experimentada por la ciudadanía acredita la premura. El propio informe del Cosevi también lo hace, con profundidad y solidez técnica.
La regulación idónea podría requerir reformas legales. Mientras más pronto lo sepamos mejor, para incorporar los tiempos del proceso legislativo a la necesaria transformación con el objeto de garantizar la salud y la seguridad, especialmente en las ciudades, donde el enjambre de bicimotos crece sin freno.
Si bien las reformas son indispensables, solo la vigilancia policial permitirá ponerlas en práctica. Los problemas particulares de las bicimotos exigen respuestas específicas, pero los vehículos regulados en la actualidad siguen planteando algunos de los mismos inconvenientes. Los límites de emisiones y ruido sobrepasados por las bicimotos existen, en primer lugar, para los vehículos ya regulados, pero quizá no haya en el país una ley más irrespetada. En buena hora el Cosevi decidió enfrentar el caos de las bicimotos, pero ojalá sea el primer paso de un esfuerzo sostenido para limitar los efectos nocivos del tránsito sobre la salud y la seguridad.