Le dio la alternativa José Tomás, abrió la puerta grande de Las Ventas y le cortó las dos orejas al sublime Tabarro. Los tres hitos de su carrera –junto a la triste voltereta que a punto estuvo de robarle el derecho a caminar–, ahora por debajo de su culmen artístico. El de la encerrona en su plaza, cuando logró torear como jamás había toreado : entregado en una suerte liberación de aquel corsé mental que tanto lo aprisionaba estéticamente. Especialmente lento y reunido en un concepto consolidado sobre un valor descomunal. Por todo ello, además de por las siete orejas, cinco estocadas y el toro indultado , fue ésta la tarde de su vida. Cuando a las ocho y media...
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