1.- Hacerte el simpático en inmigración . El primer neoyorquino con el que uno se topa nada más pisar suelo estadounidense es un agente de inmigración . No es un policía cualquiera que te mira el pasaporte. Es la autoridad migratoria, él abre o cierra la puerta en EE.UU. Su trabajo es tedioso y está mal pagado. No es una buena idea echarle la bronca por lo larga que ha sido la cola. Tampoco hacerse el gracioso o el simpático –«¡En su placa pone Hernández! ¡Yo soy Hernández de tercer apellido, igual somos primos!»– con aspavientos. 2.- Traer jamón . Poco después de haber sorteado a Hernández, el viaje puede empezar con mal pie por razones ibéricas. No se puede...
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