Recordar puede ser un acto cruel. Mientras millones de aficionados comparten la memoria de un héroe de acción, que sangraba, bromeaba y hasta sudaba en medio de un ejército de tríceps hormonados, Bruce Willis, un tipo que ha salvado el mundo libre al menos una docena de veces en la gran pantalla, apenas recuerda quién es. Una demencia frontotemporal socava aquello que ni los terroristas, ni las balas, ni los asteroides consiguieron doblegar. Su retiro forzado es el de un actor irrepetible, flexible a los géneros, espejo del hombre común y luz de su mejor versión. Bruce Willis dignificó el cine de acción porque en sus películas había más que explosiones, ceño fruncido, gesto adusto y músculos. «Es una estrella...
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