Hace tres años, el que fuera catedrático de Derecho y ex presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Alejandro Nieto , contaba en ABC una anécdota que refleja muy bien el desconocimiento que hubo siempre en España sobre el federalismo: «Un día, José Echegaray [ministro de Hacienda hasta la proclamación de la Primera República y Premio Nobel de Literatura en 1904] pidió a los republicanos en el Parlamento que le explicaran qué era el federalismo y nadie le contestó. Es una situación parecida a cuando Mariano Rajoy preguntó a los políticos catalanes, cuando estaba a punto de poner en marcha el artículo 155, si se habían declarado o no independientes y estos no fueron capaces de contestarle». A pesar de la indefinición que existe sobre este modo de gobierno que combina un gobierno central con otros gobiernos regionales, siempre en un único sistema político, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , ha centrado en él la tradicional rueda de prensa que realiza cada verano en La Moncloa, para hacer balance del curso político. En concreto, cuando se refería al principio de acuerdo entre el PSC y ERC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat a cambio de un concierto económico para Cataluña. El jefe del Ejecutivo ha admitido ese término, el de «concierto», empleado por los republicanos, aunque no figura literalmente en el documento pactado, donde se detalla que la comunidad catalana gestionaría y recaudaría el 100% de los impuestos, incluido el IRPF. Sánchez no solo le da carta de naturaleza, sino que asegura que se trata de un paso «incuestionable» hacia la «federalización de nuestro sistema autonómico», es decir, de España. A raíz de ello, el presidente ha presumido también haber llevado a Cataluña a la senda de la «convivencia» tras el golpe secesionista de 2017. «Si Echegaray resucitara y apareciera hoy en el Parlamento para preguntarle a Sánchez qué es lo que entiende por federalismo y qué quiere hacer con él, tampoco sabría qué contestar. Es curioso, porque, a diferencia de que sobre la la Primera República no se ha escrito prácticamente nada, del federalismo se sigue publicando muchísimo», añadía Nieto en la misma entrevista a raíz de la publicación de su ensayo 'La Primera República Española' (Comares, 2021) , uno de los pocos libros que se han escrito en el último siglo y medio sobre este régimen. Pero vayamos al principio. El federalismo en España se inició realmente en la década de 1830, aunque existen antecedentes desde la última década del siglo XVIII. Sin embargo, el primer y único intento real de instaurar un Estado federal en España se produjo durante la Primera República Española , entre 1873 y 1874. Después de su fracaso, el federalismo del que habla Pedro Sánchez fue una corriente política minoritaria. En la Segunda República Española y en la Transición se optó por un modelo intermedio entre el federalismo y el centralismo: el «Estado integral», en el primer caso, y el «Estado de las autonomías», como se conoce al segundo. Es verdad que antes de la Primera República, en el periodo que siguió a la expulsión de la Reina Isabel II en 1868, España vivió uno de los periodos de mayor inestabilidad de su historia contemporánea. Todo comenzó con el golpe de Estado conocido como 'La Gloriosa' , que dio paso a un gobierno provisional que se debatió, desde el principio, entre establecer un régimen republicano o el nombramiento de un nuevo rey. Al final se optó por lo segundo y se eligió a Amadeo de Saboya, con el que se inició una convulsa y accidentada monarquía parlamentaria que únicamente duró tres años: de 1870 a 1873. El Rey Amadeo I abdicó ante la ingobernabilidad manifiesta del país y, el 11 de febrero de 1873, los diputados del Congreso votaron, esta vez sí, a favor de proclamar la Primera República española. Se instauró de nuevo un Gobierno provisional liderado por el Partido Republicano Federal, el cual tampoco fue capaz de traer la estabilidad política al país. La prueba es que, en los once meses que duró, hubo nada menos que cuatro presidentes que tuvieron que enfrentarse a una nación llena de conflictos, con la Tercera Guerra Carlista en el norte y las violentas revueltas cantonales en el resto del país. Como dijimos, la ideología federalista había hecho su irrupción en España cuarenta años antes, siendo la Primera República el primer y único intento de instaurar un Estado federal en el país. A pesar de fracasar estrepitosamente, su influencia siguió vigente y ha sobrevivido hasta la actualidad, como demuestran las palabras del actual presidente del Gobierno, que habla de este modelo como la mejor opción para administrar el Estado, eso sí, a costa de la unidad. En julio de 2014, de hecho, en su primer discurso tras ser ratificado como secretario general en el Congreso del PSOE, Sanchez ya aseguró que su objetivo era convertir a España en un régimen federal. En octubre de ese mismo año, Aitor Esteban, portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, se reunió con el líder socialista para saber a qué se refería. «Tenía interés en saber en qué consiste esa propuesta sobre federalismo, pero no he conseguido sacar nada concreto de este tema», comentó después a los medios. Según el PSOE, el sistema de las autonomías necesitaba «una actualización que incorpore una perspectiva federal» para que las competencias queden bien delimitadas y para asegurar, igualmente, la financiación de las regiones, la reforma del Senado y el reconocimiento de las «singularidades» de algunas comunidades. La fórmula pasaba por el federalismo que tantos fracasos había experimentado en España durante el siglo y medio anterior. «¿Qué es un Estado federal para ustedes? ¿Qué implica respecto al actual Estado de las autonomías?», insistía la vicepresidenta del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, sobre si quería un Estado asimétrico o simétrico o si se iban a atribuir nuevas competencias a las comunidades. No hubo respuesta. La tendencia regionalista que se manifestó en los resultados de las elecciones del 10 de noviembre de 2019, con el éxito de partidos como Teruel Existe o el PRC de Miguel Ángel Revilla, también trajo a la memoria el movimiento cantonal y federal de la Primera República, el mismo que los historiadores han calificado como una de las principales causas de su hundimiento. Los protagonistas de aquella revuelta combatían para que no hubiera un único estado, sino una especie de federación de pequeñas naciones o cantones que podían tener el tamaño de una región o una comarca, en el mejor de los casos, o de una ciudad o un pueblo, en el peor. Curiosamente, la que más éxito tuvo se encontraba en este último grupo y obligó, incluso, a intervenir al Ejército del Gobierno central. Se trata de la rebelión que tuvo lugar en Cartagena el 12 de julio de 1873. En el año y medio que duró el primer experimento republicano en la localidad murciana, a la pugna mantenida entre los partidarios de un sistema unitario y los que abogaban por un Estado federal, se sumó también la postura del ala radical de los federalistas, los llamados «intransigentes», que eran los que querían implantar su modelo «de abajo arriba». Es decir, primero los mencionados cantones y, a continuación, su propia constitución. Sin embargo, nunca hubo consenso entre ellos. Ni tan siquiera el más mínimo debate democrático, por lo que acabaron por resolver el entuerto a través de las armas y unilateralmente. Cartagena, sin embargo, no fue la única en declarar esta especie de independencia, pero sí la que más tiempo resistió al asedio de las tropas gubernamentales. La crisis que generó fue tan grande que provocó cambios en el Gobierno, con Nicolás Salmerón como nuevo presidente y Eleuterio Maisonnave como presidente de Gobernación. Este último era el equivalente al ministro actual de Interior. Esto no detuvo a los partidarios de este cantonalismo federalista, que seguían defendiendo que cada aldea, pueblo o ciudad de España se constituyera en una especie de mini Estado si así lo decidían sus ciudadanos. Es decir, el derecho a decidir. Eso hizo posible que el Ayuntamiento de Sevilla proclamase su particular República Social y, a continuación, se declarasen los cantones independientes de Valencia, Málaga, Alcoy, Algeciras, Almansa, Andujar, Bailen, Cádiz, Castellón, Granada, Jumilla, Motril, Salamanca y hasta el de Camuñas, en Toledo, entre otros. En total, 32 territorios casi independientes, a los que se sumó la petición de Galicia de unirse a Inglaterra, que tuvieron una vida muy corta. El escritor y político Roque Barcia fue uno de sus líderes, pero definió esta revuelta federal de una forma un tanto ambigua: «Los estados [cantones] son libres, independientes y soberanos dentro de la libertad, de la independencia y de la soberanía de la Confederación».