Los rostros humanos tienden a cambiar con el tiempo para coincidir con sus nombres asignados al nacer al igual que los estereotipos devenidos de este último.
Así lo reveló un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores israelíes y publicado el 15 de julio en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.
La pesquisa advirtió también que en los niños la correlación es nula, mientras que, en los adultos "tienden a parecerse" a raíz del mayor período de convivencia con las "etiquetas sociales".
"Estos resultados sugieren que las personas se desarrollan según el estereotipo que les dieron al nacer", enfatizaron los investigadores.
El abordaje intentó dar cuenta de los orígenes del denominado "efecto de coincidencia" entre el rostro y el nombre: es decir, si se dan en función de características faciales innatas o si la apariencia cambia para coincidir con su nombre a lo largo del tiempo.
Para ello utilizaron algoritmos de aprendizaje automático y humanos, que les permitió arribar a la conclusión.
"Para probar esta hipótesis, se pidió a niños y adultos que hicieran coincidir los rostros y los nombres de niños y adultos. Los resultados revelaron que tanto los segundos como los primeros asociaron correctamente, incluso significativamente por encima del nivel de probabilidad. Sin embargo, cuando se trataba de rostros y nombres de niños, los participantes no pudieron hacerlo con precisión", ampliaron desde el equipo técnico en el apartado descriptivo.
Como complemento, se empleó un marco de aprendizaje automático para procesar datos de imágenes faciales. "Descubrimos que las representaciones faciales de adultos con el mismo nombre eran más similares entre sí que a las de adultos con nombres diferentes. Este patrón de similitud estaba ausente entre las representaciones faciales de los niños, lo que refuerza el caso de la hipótesis de la profecía autocumplida", signaron.
Los investigadores agregaron además que, incluso la apariencia facial puede verse influida por un factor social externo como las expectativas sociales condensadas en la nomenclatura, instancia que completaría los resultados.
"La explicación propuesta fue que este efecto resulta de una profecía autocumplida: a medida que pasan los años, las personas internalizan las características y expectativas asociadas con su nombre y las adoptan, consciente o inconscientemente, en su identidad y elecciones, a fin de representar el 'cómo deberíamos lucir'", sentenció el informe.