Uno de los patrimonios políticos que tradicionalmente han reivindicado los idearios de inspiración socialista ha sido la lucha por la igualdad. Es obvio que la defensa de este valor no corresponde en exclusiva a las políticas progresistas, pero es cierto que el socialismo democrático no puede entenderse sin reconocer la centralidad de este principio. El vaciamiento ideológico del PSOE desde que Sánchez fue investido presidente ha alcanzado esta semana una nueva cota, al intentar legitimar un modelo en el que se concedería autonomía fiscal a una de las regiones más ricas de España. Es un hecho incuestionable que sacar a Cataluña del Régimen Común de financiación autonómica comprometería severamente la viabilidad de numerosos servicios públicos en otras autonomías y liquidaría la solidaridad interterritorial. Un Pedro Sánchez incapaz de responder a las preguntas que se le han formulado se ha mostrado «feliz» por un «magnífico pacto para España y para Cataluña», llegando a afirmar que es un paso más hacia la federalización de España. La mera posibilidad de que un presidente frivolice con el modelo territorial y que se sugieran cambios en la estructura del Estado para lograr una presidencia autonómica es una irresponsabilidad que, desafortunadamente, es coherente con el perfil político del presidente. Como es habitual, Sánchez no ha mostrado el más mínimo rubor ante el hecho de que María Jesús Montero, señalara el pasado 15 de julio que no compartía la opción de un «concierto económico para Cataluña». El ideario socialista ha demostrado estar construido con un material dúctil y maleable en el que las necesidades de Sánchez se imponen como un imperativo forzoso que anula al propio partido. Sólo así se entiende la posición de la Ejecutiva Federal, que ha validado el pacto sin conocer ningún detalle. Sin embargo, la adhesión acrítica a un líder empeñado en asumir políticas que lesionan el núcleo ideológico de una formación centenaria empieza a dar algunos signos de debilidad. García-Page convocó una rueda de prensa en la que señaló que su «partido no puede apoyar el acuerdo con ERC en el Congreso» y que el pacto con los separatistas es un ejemplo de egoísmo y desprecio al resto del país. Que el presidente territorial del PSOE que mejores resultados electorales cosecha advierta de que la iniciativa «no tiene ninguna posibilidad de prosperar en el Congreso» podría interpretarse como un anuncio en clave parlamentaria. En términos muy semejantes se ha mostrado Luis Tudanca, secretario general de Castilla y León, quien ha expresado su convicción de que la propuesta no se llevará nunca a cabo. Los líderes socialistas de Andalucía y Galicia, Juan Espadas y José Ramón Gómez Besteiro, también han avisado de que no tolerarán ningún tipo de agravio para sus territorios, algo imposible en el caso de que el secretario general del PSOE llevara a buen puerto el pacto con los independentistas. La obsesiva adicción al riesgo de un presidente que juega siempre con los intereses ajenos y la temeridad con la que quiebra sus propios límites en algún momento rebasarán la línea de tolerancia de sus propios acólitos. Aunque la igualdad jurídica de los ciudadanos habría requerido ya una ruptura con los excesos de Sánchez, es posible que un acuerdo como el negociado con ERC, que atañe a cuestiones económicas y que lesionará las condiciones materiales de vida de miles de españoles, sea un escándalo lo suficientemente eficaz como para alentar una reacción en el seno del Partido Socialista. Habrá que ver si existe un partido más allá de Sánchez o si su vaciamiento moral y político ha sido definitivo.