El anuncio de que la refinería Dos Bocas comenzará este fin de semana a producir 260 mil barriles de gasolina por día es una buena noticia y un paso firme en el camino de la independencia energética.
La producción de la nueva refinería se suma a las seis ya existentes en el Sistema Nacional de Refinación (SNR). Pemex ha informado que, si se añade la producción de la refinería Deer Park, llegaríamos, a fines de este sexenio, a 1.7 millones de barriles.
Esto significa que con el presidente Andrés Manuel López Obrador se lograría un incremento de 233% en el procesamiento de crudo.
A la nueva refinería y la adquisición de otra en territorio estadunidense se suma la modernización y mejoramiento de las existentes, gracias a lo cual han elevado su eficiencia.
La guerra de Ucrania ha puesto el tema de la independencia energética sobre la mesa, de la peor manera. Europa ha pagado el costo de su dependencia, con costos muy elevados, sobre todo para Alemania, nación que, para 2020, importaba de Rusia 65% del gas que consumía.
Los adoradores del mercado, pese a las terribles evidencias del daño que puede provocar la dependencia, siguen con la cantaleta de que conceptos como independencia o soberanía energética son pura nostalgia fuera de moda.
Además de intereses muy claros —dado que muchos “analistas” o “expertos” son en realidad empleados de grandes petroleras—, tienen memoria muy corta.
Olvidan, por ejemplo, al presidente que en los años setenta dijo: “El país debe trabajar hacia la independencia energética. Hemos trabajado muy duro para reducir el consumo de petróleo extranjero, y no seré testigo de cómo el país regresa a un peligroso estado de dependencia”.
No, no fue José López Portillo (el que nos pidió prepararnos para “administrar la abundancia” y luego nos dejó tremenda crisis). La frase (hallazgo del experto Alonso Romero) es de George Bush padre. Otras expresiones similares pueden encontrarse en los discursos de los sucesivos presidentes de EU.
En el caso mexicano, el entreguismo se disfrazó con un discurso modernizador.
En el sexenio de Enrique Peña Nieto, esparcieron la mentira de que la reforma energética tenía como finalidad fortalecer a las empresas del Estado mientras, en la realidad, hacía todo lo posible por destruirlas o reducirlas a su mínima expresión en aras de favorecer a grandes intereses privados.
Las políticas del mexiquense, como las de sus antecesores neoliberales, se encaminaron en algunos casos a destruir las empresas estatales, como ocurrió con el Sistema Nacional de Refinación (SNR). Al arrancar el gobierno de Peña, el SNR funcionaba a 75% de su capacidad. En 2018, ese porcentaje se había reducido a 40. Las refinerías de Minatitlán y Madero, por ejemplo, operaban solo a 10 y 20% de su capacidad.
Siguiendo la consabida receta de las privatizaciones neoliberales, los peñistas redujeron el presupuesto de Pemex, la endeudaron y se empeñaron en medidas que afectaron su capacidad productiva. Como es sabido, esa ruta siempre termina en la venta de los bienes nacionales con el argumento de que son “improductivos” y que no tienen remedio.
Con ese escenario, no hay ningún recurso retórico cuando se afirma que en el gobierno del presidente López Obrador se ha rescatado a Pemex.
A partir de octubre, la presidenta Claudia Sheinbaum continuará con esta tarea vital para el país, con cambios encaminados a hacer más eficaz la administración y fortalecer el control sobre las entidades energéticas.
Arrancar de raíz los restos de una reforma energética (la peñista) y consolidar a Pemex como palanca de la soberanía energética es tarea que se emprenderá desde la sólida base de los cambios de estos años, que incluyeron nuevas refinerías, combate al huachicol y un robusto plan de perforación.
En la más reciente conmemoración de la expropiación petrolera, frente al monumento donde reposan los restos del general Lázaro Cárdenas, la doctora Sheinbaum lo expresó así: “Vamos a ser un gobierno que rescate el sector energético de México, que ponga en alto a Pemex y a la CFE, en el marco por supuesto de las nuevas condiciones ambientales nacionales e internacionales”. No otra cosa sino la “república soberana y con energía sustentable” que plantea en su programa para el segundo piso de la transformación.