Parece llegada la hora, una vez más, de dejar asombrada a la catástrofe como decía Victor Hugo, según recuerda Patrick Boucheron en El tiempo que nos queda. Por eso, conviene no subestimar el poder de seducción de aquellos a los que combatimos. Porque, a fin de cuentas, participar en el auge de una civilización pujante, bien. Vivir los días de su decadencia, mejor aún. De ahí esa adicción a la catástrofe, un vago sentimiento que adormece hoy cualquier deseo de pasar a la acción. Sabiendo que sólo es fecunda la evocación si es también un recuerdo de lo que queda por hacer. Bou ...