La lógica se impuso en los Juegos de París. Lógica invertida, en esta ocasión, porque en un partido de Rafa Nadal en la pista Philippe Chatrier, la central de Roland Garros, sede esta vez de la cita olímpica, el español era el favorito casi en cualquier circunstancia. Pero esta vez nadie lo veía de esa manera porque el mito de la tierra parisina lleva un par de temporadas sin tener continuidad y en las últimas semanas la ha tenido quizá en exceso en Bastad. Lo que antes era pan comido, se ha convertido en una dificultad: casi cada partido de Rafa en el torneo sueco, donde hizo la preparación olímpica, fue un sufrimiento, demasiado desgaste, y lo mismo se repitió en su estreno en los Juegos ante Fucsovics. Eso, en el fondo, humaniza al zurdo. Algo similar a lo que sucedió con Usain Bolt, derrotado en su penúltima carrera y lesionado en la última, en el Mundial de Londres de 2017, para demostrar que pese a sus proezas, era humano; que no vencía por genética ni por ciencia infusa, lo hacía por talento, entrenamiento y preparación.
También tiene algo de romántico que el verdugo haya sido Novak Djokovic (6-1 y 6-4), el hombre que peor se lo ha hecho pasar (un poco) en esas pistas en las que Rafa básicamente ha destrozado a todos. Sus números ahí son de 113 victorias y cinco derrotas. El único que ha logrado superar al español más de una vez ha sido Nole (en tres ocasiones; las otras, Soderling y Zverev), aunque los cara a cara reflejan un claro 8-3 para el manacorense.
Era sólo la segunda ronda porque la inactividad de Nadal le ha hundido en el ranking, pero el ambiente se parecía al de una final. En la entrada a las instalaciones, había una buena cola para hacerse una foto con la estatua de acero de Rafa que hay enfrente de la Philippe Chatrier, un homenaje de Roland Garros al hombre que lo ha conquistado en 14 ocasiones. En la zona de prensa no cabía nadie, al revés faltaban asientos en una jornada de mucho calor. Las condiciones eran las ideales para Nadal, porque el sol hace que su golpe de derecha moleste más porque la pelota bota mucho y se pone a la altura de los hombros o más. Pero las condiciones del español no eran las ideales. No lo han sido desde hace mucho tiempo. Los dos tenistas comparecieron magullados: el insular con el muslo vendado por una molestia que ha sentido estos días y el serbio con la rodilla protegida después de la operación en el menisco a la que se sometió hace casi dos meses. Es el partido más repetido de la historia, el capítulo número 60, muy decantado para Djokovic, que en el total manda 31-29.
El actual número dos del mundo mandó con su golpe de revés y tuvo a Nadal siempre a la defensiva, muy incómodo. Le restó bien a los pies, profundo, le cortó el ritmo con dejadas, le dominó. Rafa evitó en el primer parcial el 6-0, que hubiera sido el primero que sufre en ese escenario. Sacó el puño, trató de animarse todo el rato, sin demasiados reproches, y trató de animarlo la gente, fiel a su héroe. Tampoco se fiaba Novak, que al desaprovechar el primer punto de break en el primer juego del segundo set, se quejó a su banquillo, cuando, en general, todo le iba rodado. A la segunda, sí lo consiguió. El duelo continuaba igual, con Nole metido en pista, mandando e impidiendo que Nadal pudiera ser agresivo. Le faltaba energía al ganador de 22 Grand Slams, pero la encontró.
Todavía se dio un homenaje para volver de un 4-0 en este segundo parcial. Recuperó los dos breaks, metió alguna derecha a la línea, una defensa de esas imposibles... Los aficionados vieron lo que tantas otras veces, lo que parecía imposible, pero enfrente estaba Djokovic. No se dejó invadir por el momento, supo controlar los nervios, y al resto fue demoledor. La resistencia del zurdo no acabó: remontó un 15-40, otra pelota de break, intentaba buscar bolas altas con el paralelo para meter en complicaciones a su rival... Fue un sueño bonito el de Nadal, pero acabó en una dejada espectacular de Nole, que después ya cerró con su servicio.
Djokovic sigue adelante en la búsqueda del último tesoro que le falta, el oro olímpico. Se vengó, de alguna manera, de la derrota que sufrió en las semifinales de los Juegos de Pekín, en el lejano 2008, donde se tuvo que conformar con el bronce.
La duda es si este ha sido el último partido de Nadal en individual en la Philippe Chatrier. No quiere decir, porque no lo sabe, si el año que viene lo intentará de nuevo, aunque parece complicado. En el pasado Roland Garros no quiso homenajes, por si acaso. Lo que sí tiene todavía en estos Juegos es el dobles junto con Carlos Alcaraz. “Sólo queda la leyenda”, comentaban en un corrillo de periodistas extranjeros sobre Nadal. Esa permanecerá par siempre.