Dice López Obrador que, al terminar su gobierno, la única mancha que se llevará es la del fraude en Segalmex. La verdad es que dejará el cargo con más manchas que un leopardo.
Las muertes por Covid, los asesinatos por la inseguridad, el país militarizado, el fracaso del Insabi, el desabasto de medicinas, la corrupción en su círculo familiar, su intervencionismo en las elecciones, su falta de diálogo con la oposición, sus mentiras recurrentes, el acoso a los periodistas e intelectuales desde la tribuna pública, el desplome en la educación, y un largo etcétera. Ninguno de sus fracasos fue tan costoso en vidas humanas y en dolor como el operado en el terreno de la salud.
México sufrió una caída abrupta en la esperanza de vida. En el sexenio de López Obrador ésta pasó de 74 a solo 70 años. Las causas: la falta de acceso a servicios de salud y la mala calidad de los mismos en instituciones públicas.
No puede decirse que recibió un sistema de salud en óptimas condiciones, pero lo que estaba mal, lo empeoró; lo que funcionaba a medias, dejó de funcionar; el Seguro Popular dejaba sin cobertura médica a 20.1 millones de personas, cuando arribó al poder López Obrador lo destruyó porque según él “no era seguro ni era popular”: ahora no tienen cobertura de salud 50.4 millones de mexicanos.
Cualquiera que haya visitado alguno de los Institutos Nacionales de salud (Cardiología, Nutrición, Psiquiatría, Cancerología) puede darse cuenta de sus carencias. Los pacientes son atendidos pero, debido a la saturación, son mal atendidos: citas muy dilatadas, salas de emergencia en pésimas condiciones, farmacias con carencia de medicinas, doctores rebasados. Si esto ocurre en los Institutos Nacionales, las joyas de la corona del sistema hospitalario mexicano, puede uno imaginarse lo que sucede a nivel local, en los estados y los municipios. Ahora que si uno no quiere o no tiene la capacidad de imaginarse el grado del desastre, puede uno recurrir al documentado libro que recientemente publicó Nayeli Roldán (La austeridad mata, Planeta, 2024).
Los datos que aporta Roldán son devastadores: “en 2022 hubo 44 millones de consultas menos que en 2018; medio millón de personas no tuvo la cirugía que necesitaba y no se realizaron 20 millones de estudios de laboratorio”. Podría pensarse que se dejó de gastar siguiendo las normas de un gobierno austero. Sin embargo, “aun con todos estos recortes, el gobierno de AMLO gastó 20 por ciento más que el de Enrique Peña Nieto”.
¿A dónde se fue el dinero ahorrado? Gran parte de ese dinero se fue a las obras emblemáticas de este gobierno: el Aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería Dos Bocas, el Tren Maya. Otra parte de ese dinero fue a parar a manos de funcionarios y constructores corruptos. La información sobre estos enormes desvíos no es pública: los datos fueron reservados “por motivos de seguridad nacional”, en otros muchos casos no se conoce con precisión la información porque este gobierno obstaculizó los instrumentos de transparencia y rendición de cuentas.
La torpeza e ineficacia jugó un gran papel en el deterioro del sistema de salud. Alegando una gran corrupción y un enorme monopolio en la venta de medicinas al gobierno, que no fue acompañada de las respectivas denuncias y procesos judiciales abiertos, se desbarató el sistema de compra y distribución de medicinas. Hasta la fecha, seis años después, no han podido resolver ese problema. La falta de medicinas acarrea un enorme dolor a los pacientes y un gasto extraordinario que las familias no pueden solventar. Para enfrentar esta situación, grupos de padres se unieron para exigir, vía amparos, la resolución a los graves problemas de abastecimiento de medicamentos, específicamente los relacionados con el cáncer en mujeres y en niños. El gobierno respondió de la peor manera: acusó a los padres de “golpistas”. Un lugar destacado en el museo de la infamia de la cuatro té lo ocupan López-Gatell y el ideólogo conocido como El Fisgón (Rafael Barajas), que utilizaron la televisión pública para tachar de provocadores y golpistas a los padres que exigían medicinas para el tratamiento de cáncer de sus hijos.
El “primero los pobres”, lema de este gobierno, en la práctica se convirtió en “que sean los pobres los primeros en morir” por la desatención médica y falta de medicamentos. Señala Nayeli Roldán: “el gobierno de López Obrador ha destinado menos recursos a la atención médica de los más pobres. La inversión para quienes no tienen servicio como el IMSS, ISSSTE, Pemex o Fuerzas Armadas pasó de 1.28 del PIB a 0.83 por ciento del PIB en 2024″.
Quizá el dato más brutal, el que de manera más clara muestra la crueldad de este gobierno, sea el siguiente: “para atender el cáncer infantil, el gasto entre 2012 y 2016 fue de 500 millones de pesos; en los años siguientes bajó a 300 millones, pero en 2021 solo fue de 21 millones de pesos; un recorte del 97 por ciento”.
Este es el verdadero rostro “del humanismo mexicano”: dolor, sufrimiento y muerte.