Límite 48 horas. Esta era la previsión el viernes por la tarde para los negociadores de la investidura del presidente de la Generalitat. ERC y PSC daban por superadas sus diferencias de la pasada semana y valoraban de forma positiva los últimos movimientos políticos, cerrando y reactivando acuerdos incumplidos, promesas de condonación de deuda y encuentros entre los dos presidentes, Pedro Sánchez y Pere Aragonés, en el Palau de la Generalitat de Barcelona.
Sin embargo, se cumplió la norma que se repite constantemente desde el año 2010 y la política catalana, fiel a su costumbre, no se ha salido del guion. Ese límite de 48 horas que se habían dado se ha sobrepasado y socialistas y republicanos no han cerrado el acuerdo definitivo. Las negociaciones entre ERC y el PSC están encalladas y, pese a la confianza, durante el fin de semana no se han desbloqueado. «No será hoy», decía ayer tajante una fuente conocedora de las conversaciones a LA RAZÓN. Ambos protagonistas seguirán apurando los plazos y mantendrán los contactos porque las negociaciones no están rotas, pero el punto de encuentro entre las aspiraciones republicanas y las posiciones socialistas se pone difícil.
Les une a ambos el diagnóstico: Cataluña está infrafinanciada. Pero difieren en la solución. ERC quiere un espacio de «soberanía financiera», mientras que los socialistas apuestan por el desarrollo del Estatuto y están dispuestos a mover pieza en quién recauda los impuestos y apostar por la ordinalidad, para que el desequilibrio entre lo que aportas y lo que recibes no sea un lastre continuo para Cataluña.
Hoy, Marta Rovira acudirá la ejecutiva de Esquerra para explicar esos desencuentros mientras se sigue negociando. Su intención inicial era la de acudir a la reunión del máximo órgano del partido con el acuerdo bajo el brazo, que tenía que haberse sellado ayer. Y preparó el terreno para ello. «No es un acuerdo para hacer presidente a Illa, es un avance para Cataluña», dijo en una entrevista en «El País», en la que adelantaba su línea argumental, una forma de negar la evidencia, hacer presidente al candidato socialista, para contentar así a la militancia y que votará el acuerdo en esta semana porque «Cataluña avanza», y con este mismo lema protegerse del expresidente catalán fugado Carles Puigdemont y sus amenazas.
Rovira también ha dicho estos días que en la ejecutiva defenderá el acuerdo si «Cataluña avanza» de forma significativa hacia el soberanismo fiscal, pero que simplemente informará si considera que no se alcanzan sus objetivos mínimos. Unos objetivos que parece que, por el momento, no se han alcanzado y han impedido el acuerdo. Rovira va con pies de plomo porque Esquerra está en ebullición y el gran riesgo que corre es que en la consulta sobre los acuerdos con el PSC, la militancia emita un voto de castigo a la dirección.
Esquerra lo presentará
Los socialistas, por su parte, al menos formalmente, mantienen la calma, «aunque la procesión va por dentro», matizan. De hecho, uno de los flecos cerrados es que Esquerra Republicana será quién explique en primer lugar los acuerdos, declinando los socialistas cualquier protagonismo porque el objetivo es que la dirección de ERC convenza a sus militantes. El PSC tiene claro que a estas alturas no está por poner palos a las ruedas porque su objetivo es investir a Illa president de la Generalitat.
De momento, los plazos se mantienen a la espera de la marcha de las negociaciones. El acuerdo se podría producir en cualquier momento, por lo que, en principio, la votación de la militancia sería el 1 de agosto. El calendario de investidura empezaría ese día y si hay mayoría a favor del acuerdo se le comunicará a la Mesa del Parlament y el presidente de la Cámara, Josep Rull, convocará el pleno a las 48 horas. Es decir, Salvador Illa intervendrá el día 7 y el día 8 se procederá a una votación sometida a la presión de la vuelta de Puigdemont y, por consiguiente, su detención.
El expresidente vuelve no para asistir a la investidura de Illa, sino para reventarla y evitar que la Generalitat la presida «un españolista», como lo calificó el sábado en un mitin de apoyo a su figura que resultó bastante descafeinado. Puigdemont no vuelve para ser candidato, no vuelve para ser investido –no tiene los votos necesarios–, sino para provocar una repetición electoral y para desestabilizar el Gobierno de Sánchez.
Nadie duda de que Puigdemont ha trazado un plan que le permita presentarse en el Parlament. Es su golpe de efecto para boicotear el pleno de investidura. Forzar su detención en la Cámara, donde cuenta con el apoyo y la complicidad de su presidente, y no ser detenido desde que entre en territorio español. Sin embargo, desde ERC ya se están poniendo la tirita antes de tener la herida y afirman que sus diputados votarán a favor porque es «un avance para Cataluña», en un intento de desligar el acuerdo de la persona que lo tendrá que poner en práctica: Salvador Illa. Además, la militancia de Esquerra está decepcionada con Puigdemont porque siempre les ha traicionado y ahora tiene poco que ofrecerles. La última gran traición fue el abandono del Govern de Aragonés.