Sería cursi, e incluso engolado, decir que este domingo ganó España solo porque una mujer española ha participado por primera vez en boxeo olímpico, aunque esa mujer haya perdido el combate que va a recordar el resto de su vida. Seguramente es cursi, pero a veces hay que pecar de delicado porque el momento lo era. Laura Fuertes (Gijón, 1999) hizo historia al convertirse en la primera mujer olímpica del boxeo español, aunque fuera perdiendo por 3-2 ante la mexicana Fátima Herrera en la categoría de 50 kg. Quizá por eso la española rompió a llorar al pasar por la zona mixta donde los medios españoles aguardaban no solo a la deportista, sino también al nombre propio que se citará como un principio desde este domingo: lloraba porque abría camino, y, a la vez, su propio camino en París se cerraba. Lo suyo fue un combate de abrir brecha con el pómulo alzado, y solo cabe esperar que, tras su eliminación, las lágrimas las comprenda más adelante, cuando, como ella misma deseaba en declaraciones a este periódico, vea que «cada vez más niñas se animan a practicar este deporte porque he sido su referente y vengan detrás de mí muchas más», cuando vea posible que las licencias federativas crezcan, cuando las mujeres españolas sean más habituales en los cuadriláteros olímpicos. Son solo proyecciones, un futurible que solo podría suceder gracias a la eclosión de algo larvario que ayer provocaron los guantes de Fuertes. Todo empezó a las 17.15 de la tarde en el pabellón del North París Arena. Vestida de azul, la púgil española entró a ritmo de Kanye West y su 'Gold Digger', mirando a la cámara como si el objetivo fuera algo vivo, palpitante y jugoso y ella un ser hambriento. Bajo sus guantes azules llevaba los vendajes habituales en los que llevaba escrito París 2024, España y el número de combate, el 33. Subida al ring, y en posición, con su equipo en las tres sillas escoltando su debut, sonó la campana. La mexicana empezó a embestir, colonizó el centro del cuadrilátero y, como si bailaran, girando hasta empujar a la española contra las cuerdas, Herrera se hizo con el control total del ritmo y los espacios. «El primer asalto he intentado recibirla sabiendo que es un boxeadora que tira para adelante», declaró después Fuertes. Así la puntuación no iba a su favor, así que intentó cambiar la estrategia. Campana. Segundo asalto. Y la actitud del combate cambió, tanto que para el tercer asalto, la española terminó liderando los golpes hasta el último round. Campana. Tercer asalto. «Creo que al final he hecho un poco más que mi rival, ha sido bueno el cambio pero no lo han reflejado las puntuaciones», dice. Laura Fuertes, que empezó con natación y kárate, y que se acercó al boxeo porque lo practicaba un amigo y le gustaban los deportes de contacto, abrazó a la mexicana cuando la campana marcó el final del combate. Solo cabía esperar de la mano de la árbitro la deliberación de los jueces: «¡Red wins!», gritaron entonces por megafonía, y Herrera levantó el brazo sabiendo que accedía a los octavos de final en un duelo en el que la española había ido de menos a más. Venció la mexicana, pero de alguna manera la 'roja' ganó, aunque vistiera colores azules. Sin los guantes, y con una toalla cubriéndole la cabeza, con los pies en el suelo, Laura Fuertes es sudor y adrenalina en un cuerpo hercúleo de 25 años y 50 kilos medidos y pesados hasta la extenuación. Han sido nueve minutos, más uno de descanso entre cada asalto. Ahora está fuera del ring, donde el mundo gira a una velocidad imperceptible. Se mira las manos, el vendaje: cuando se lo quite, lo va a guardar. «Obviamente», remarca: «A pesar del resultado es la experiencia de mi vida y quiero tener buen recuerdo de esto», dice sin dejar de mirarse las manos como tratando de asumir lo que acababa de hacer con ellas. Es ahí cuando algo se quiebra, es el principio, es la eclosión, cuando Laura se rompe y llora «de emoción y de rabia» y deja de hablar, pero no de sonreír para despedirse mientras se aleja hacia el vestuario. Como decía Manuel Alcántara, «para un niño, los boxeadores, aunque sean de segunda, siempre tienen el tamaño de los héroes». Laura Fuertes fue segunda, y nadie en su sano juicio llevaría la contraria al gran cronista del boxeo.