El pasado sábado 13 de julio, Donald Trump , expresidente de Estados Unidos, vivió un momento de gran tensión durante un mitin en Butler, Pensilvania. Apenas llevaba unos minutos hablando cuando se escucharon disparos que provocaron pánico entre los asistentes. Trump se llevó la mano derecha a la cara y cayó al suelo, siendo inmediatamente protegido por el Servicio Secreto. La bala rozó la parte superior de su oreja derecha, dejándole una herida visible pero afortunadamente leve. Tras ser atendido en un hospital cercano, fue dado de alta sin mayores complicaciones. Sin embargo, este evento nos recuerda otros intentos de asesinato que han involucrado a figuras reales. La difunta Reina Isabel II estuvo cerca de perder la vida en 1970 durante un viaje en tren en Australia. Ella y su esposo, el Príncipe Felipe , se dirigían de Sidney a Orange cuando su tren se detuvo abruptamente. Un tronco colocado deliberadamente en las vías casi provocó un desastre. Según el policía retirado Cliff McHardy, «si el tren hubiera ido a su velocidad normal, se habría desviado de las vías hacia un terraplén». Por su parte, Carlos III también ha enfrentado peligros mortales. En 1983, él y la Princesa Diana escaparon de un atentado cuando el IRA intentó detonar una bomba durante un concierto de Duran Duran. Gracias a la infiltración de un policía en el IRA, el ataque fue frustrado. Años más tarde, en 1994, durante una gira en Australia, Carlos estuvo nuevamente en peligro cuando un hombre planeó asesinarlo. La Princesa Amalia de Holanda vivió un susto en septiembre de 2022, cuando recibió amenazas de secuestro que la obligaron a regresar a la seguridad del Palacio Huis ten Bosch. La situación, que involucraba a la temida Mocro Maffia, fue confirmada por sus padres, los reyes Guillermo y Máxima, quienes lamentaron las «enormes consecuencias» para la vida estudiantil de su hija. Otros miembros de la realeza también han enfrentado momentos de terror. El Rey Felipe de Bélgica se vio atrapado en una manifestación en Bruselas, donde su vehículo fue atacado con piedras. Similar fue el caso de Carlos III, cuando aún era príncipe, y Camila, cuyo Rolls-Royce fue dañado durante una protesta en Londres hace una década. Los intrusos han sido una amenaza recurrente para la realeza. En 2009, durante el Día de la Reina en los Países Bajos, un hombre estrelló su coche contra la comitiva real, causando varios muertos y heridos. Isabel II, por su parte, ha lidiado con intrusos en el Palacio de Buckingham en múltiples ocasiones, incluyendo un incidente en el que un hombre llegó a su dormitorio. Más recientemente, en diciembre pasado, un intruso intentó acceder al castillo de Haga, residencia de la Princesa Victoria de Suecia, aunque fue detenido antes de causar daños mayores. Además, las situaciones de emergencia no siempre son actos deliberados. El entonces Príncipe Carlos de Inglaterra, sufrió una avalancha en 1988 mientras esquiaba en Suiza, resultando ileso, pero lamentando la pérdida de un amigo cercano. La Princesa Mette-Marit de Noruega vivió una experiencia aterradora en 2002 cuando su avión tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia debido a un fallo en el motor que provocó un incendio en cabina. Estos incidentes subrayan la constante amenaza a la que están expuestas las figuras públicas y miembros de la realeza, quienes deben mantenerse vigilantes ante peligros tanto deliberados como accidentales.