Las plantas y flores sagradas de la cultura Maya desempeñaban un papel central en sus prácticas religiosas y cotidianas. Desde rituales hasta curaciones, estas especies eran veneradas no solo por su belleza, sino por sus propiedades espirituales y medicinales.
Conocer más sobre estas prácticas revela sorprendentes detalles sobre su rutina y la profunda conexión entre los antiguos mayas y su entorno natural.
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La flor de mayo, también llamada frangipani o Plumeria rubra, ocupaba un lugar privilegiado en la cosmovisión maya. Esta delicada flor de pétalos blancos y centro amarillo era un puente entre lo terrenal y lo divino.
En la tradición maya, la flor de mayo representaba el renacimiento y la regeneración, conceptos fundamentales en su filosofía cíclica del tiempo y la existencia. Su presencia en rituales y ceremonias seguramente buscaba invocar estas fuerzas de renovación y trascendencia.
Para los mayas, el cempasúchil era mucho más que una simple flor. Con sus pétalos de un naranja intenso, esta planta jugaba un papel crucial en el paso entre la vida y la muerte. La creencia era que su brillo y aroma marcaban el sendero para que las almas de los difuntos encontraran su camino al más allá.
En las ceremonias mayas, el cempasúchil era infaltable. Se usaba para conectar con los antepasados y honrar a los dioses. Esta costumbre echó raíces tan profundas que aún hoy, en el Día de Muertos, la flor sigue siendo protagonista de las ofrendas en México y zonas de Centroamérica.
Los mayas veían en el loto más que una simple flor acuática. Para ellos, era un símbolo poderoso que unía el cielo y la tierra. En sus historias y creencias, el loto aparecía como protagonista de la creación y el renacimiento, según el sitio web AD Maganize.
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El mundo espiritual maya estaba lleno de símbolos naturales. Entre ellos, el lirio ocupaba un lugar especial. Conocido como "flor de estrella", esta planta delicada representaba la pureza y la belleza en su forma más elevada. Los mayas la usaban en sus rituales de purificación, creyendo que podía limpiar el alma y conectarla con el más allá.
Si hablamos de plantas sagradas mayas, no podemos olvidarnos del maíz. Este cereal era mucho más que comida: era el origen mismo de la humanidad según sus creencias. Los dioses, decían, habían usado mazorcas para crear a los primeros hombres y mujeres. Por eso, el maíz simbolizaba la vida misma, la fertilidad y la abundancia.
Su flor y sus semillas eran un tesoro para los mayas. Lo usaban como alimento, claro, pero también como moneda y en sus ceremonias más importantes. Tener cacao era sinónimo de riqueza y poder.
Para los mayas, la ceiba no era un árbol cualquiera. Este coloso vegetal era nada menos que el centro del universo. Este árbol era como un ascensor cósmico que conectaba los tres niveles del mundo maya.
Sus raíces profundas, su tronco imponente y su copa frondosa representaban mucho más que partes de una planta. Eran un símbolo vivo de cómo todo estaba conectado en el universo maya.
La ceiba no solo era grande en tamaño, sino también en significado. Para los mayas, tener una ceiba cerca era como tener un guardián. La veían como fuente de protección, como un ancla de estabilidad en un mundo cambiante.