La keniana Mary Moraa, vigente campeona del mundo de 800 metros, empezó en el atletismo en honor a su madre, de quien no guarda ningún recuerdo ni fotografía. Empezar a correr fue casi un homenaje a su memoria.
Mary quedó huérfana cuando tenía dos años debido a la muerte de su madre por enfermedad, seguida pocas semanas después por la de su padre en un accidente de tráfico. Tanto ella como sus tres hermanos fueron criados por sus abuelos. No conservan ni siquiera una imagen de su madre, algo que siempre la ha atormentado.
“En el pueblo, la gente decía que mi madre corría”, cuenta la mediofondista. “Cuando escuché eso, entonces me dije que yo también quería correr, como hacía mi madre”, explica.
La familia es algo muy importante para ella por esa historia de resiliencia y el drama que la golpeó desde muy pequeña.
“Siempre quiero superar mis límites porque soy el sustento de la familia, soy como la cabeza de familia”, afirma la tercera de los hermanos. Su hermana Sarah también es atleta de 800 metros.
Lejos de ser una persona triste o recrearse en sus desgracias, Mary Moraa contagia entusiasmo, y en su país se le apodó Dancing Queen por los bailes con los que festeja algunos de sus éxitos.
Fue así como celebró su mayor victoria hasta ahora, el oro en los 800 metros del Mundial del año pasado en Budapest, donde cruzó la meta dando un salto y firmando el mejor crono de su carrera (1:56.03).
Superó en ese podio a la británica Keely Hodgkinson, plata, y a la estadounidense Athing Mu, entonces defensora del título mundial y vigente campeona olímpica, aunque no podrá revalidar su corona en París-2024 porque no logró clasificarse.
“Una competición siempre tiene muchos peligros”, explicaba a la AFP en febrero, durante su preparación en Kenia.
“No puedo decir que porque soy Mary Moraa voy a ganar el oro (...) Mi objetivo es terminar en el podio”, dice con modestia. Algo similar repetía antes del pasado Mundial y terminó en el escalón más alto.
Esta joven originaria de Kisii, en el oeste de Kenia, fue subcampeona mundial Sub-18 en 2017 en los 400 metros, una distancia en la que se coronó campeona de África Sub-20 en 2019. En ese 2019 acudió al Mundial absoluto de Doha, donde fue eliminada en las semifinales, lo que le hizo replantearse todo.
Dos compañeras del equipo keniano, Hellen Obiri y Beatrice Chepkoech, que acababan de proclamarse campeonas del mundo en Catar en 5.000 metros y 3.000 metros obstáculos, respectivamente, le propusieron entonces pasar a los 800 metros.
Al principio, Moraa no estaba convencida y se planteó volver a los 400 metros, pero tanto Obiri como su entrenador Alex Song la convencieron de lo contrario.
La pandemia de la covid-19 paró todo en seco y después Mary Moraa regresó convertida en una de las principales figuras de la vuelta de pista.
Fue semifinalista en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021 (2:00.47) tras apenas una docena de carreras en la distancia, y ya en 2022 se colgó el bronce mundial (1:56.71), seguido de su primer título en los Juegos de la Commonwealth (1:57.07).
“Ahí fue cuando me puse a bailar, aunque estuviera cansada”, sonríe.
El oro mundial de Budapest hace un año fue la culminación del camino y ahora París-2024 puede poner la cereza sobre el pastel, devolviendo a Kenia un oro olímpico en los 800 metros femeninos que no logra desde que Pamela Jelimo se coronó en Beijing 2008.