Llegaron para una semana, pero al final se quedarán en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), al menos, tres meses. Los astronautas de la NASA Suni Williams y Butch Wilmore permanecerán allí de momento hasta el 3 de septiembre, según han confirmado en rueda de prensa la agencia espacial estadounidense y Boeing, la compañía responsable de Starliner, la nave que Williams y Wilmore están probando por primera vez con tripulación en el espacio y que lleva dando problemas desde incluso antes del lanzamiento. Este fin de semana llevarán a cabo unas pruebas en la nave para intentar saber más acerca de los fallos en los propulsores y la fuga de helio que registró la sonda durante su viaje a la ISS y su atraque en el laboratorio orbital -que tuvo que realizarse en dos intentonas debido al mal funcionamiento de algunos motores-. En concreto, Starliner encenderá su sistema de control de reacción (RCS), si bien solo se utilizarán 27 de los 28 propulsores del RCS, ya que uno de ellos se ha declarado inutilizable para el vuelo de regreso. «Vamos a activar todos esos propulsores con una serie de pulsos, solo para asegurarnos, antes de desacoplarnos, de que todo el sistema funciona como esperábamos y como lo hizo la última vez que lo verificamos», explicó Steve Stich, responsable del Programa de Tripulación Comercial de la NASA durante una rueda de prensa online. «También tendremos la oportunidad de examinar el sistema de helio. Han pasado seis semanas desde la última vez que lo comprobamos, así que presurizaremos colector por colector, y luego encenderemos los propulsores. Después tendremos la oportunidad de examinar las tasas de fuga de helio y verificar que el sistema sea estable». Tal y como se informó hace un par de semanas, los equipos de Boeing en tierra han llevado a cabo pruebas en las instalaciones de White Sands, en Nuevo México, con propulsores iguales a los utilizados por Starliner. Así, en los testo han descubierto que un propulsor de prueba MR-104J de Aerojet Rocketdyne, similar a los que se encuentran a bordo de la nave, que había estado almacenado durante tres años antes del reciente trabajo en tierra, experimentó una «grave degradación» en su sistema de válvulas debido al vapor de dióxido de nitrógeno. Los ingenieros también encontraron teflón atascado en un filtro posterior, lo que sugiere erosión en un sello debido a «burbujas» a alta temperatura. El comportamiento de los propulsores RCS de Starliner en órbita parece coincidir con lo que se observa en tierra, señaló Stich. «Creo que lo que ahora estamos empezando a entender mucho mejor en esta misión, y no lo habríamos entendido si nos hubiésemos quedado en tierra y hubiésemos hecho más análisis y pruebas, es que entendemos los efectos integrados del sistema de guía, navegación y control en vuelo ordenan a los propulsores que se enciendan», dijo Stich. Los ingenieros han observado que los propulsores se calientan más de lo esperado cuando se activan varias veces en un corto periodo de tiempo. Por ello, esperan que el problema se pueda solucionar no con un cambio de diseño, sino modificando la forma en la que se utilizan en vuelo (por ejemplo, encendiéndolos en menor frecuencia). Aún así, tanto NASA como Boeing siguen reuniéndose para planificar los siguientes pasos y la próxima semana tendrán una reunión a la que también asistirá el Panel Asesor de Seguridad Aeroespacial. Por ello, Stich señaló que la misión ahora ha sido calificada oficialmente para 90 días, o hasta el 3 de septiembre (aunque de momento no se ha puesto fecha concreta a la vuelta a casa). Los problemas empezaron ya antes del despegue. Tras años de retrasos y dos pruebas sin tripulación (una en 2019 en la que no se consiguió el objetivo de llegar a la ISS; y otra en 2022 en la que sí llegó la nave al laboratorio espacial, si bien se registraron algunos problemas en la reentrada), por fin la nave estaba preparada para lanzarse con astronautas a bordo el pasado 6 de mayo. Sin embargo, dos horas antes de comenzar el esperado ascenso, el despegue se canceló debido a un fallo en la válvula de escape de oxígeno del cohete Atlas V. Cuando se revisaba este problema, se encontró un segundo: una fuga de helio, esta vez en la nave, retrasó un mes el despegue . Finalmente, el 6 de junio se elevaba la Starliner desde Florida, con destino a la ISS. Pero ya desde el principio mostró nuevos problemas: desde que alcanzó la órbita terrestre, la tripulación detectó otras dos fugas de helio. Después de esto, la tripulación se enfrentó al fallo de motores, atracando en la ISS finalmente al segundo intento. Los astronautas llevan desde entonces realizando distintas pruebas en la Starliner, si bien tanto desde Boeing como de la NASA aseguran que la nave está «estable y preparada para abandonar la ISS en caso de emergencia», ya que las fugas se han estabilizado y podría amerizar sin los propulsores dañados, y que los astronautas «no están varados». La intención es que la Starliner realice su siguiente vuelo tripulado el próximo año, convirtiéndose junto a las Crew Dragon de SpaceX (que desde 2020 ya ha lanzado once tripulaciones a la ISS, ocho de la NASA y tres privadas, en nombre de Axiom Space, la compañía del exastronauta de origen español Michael López-Alegría ) en el vehículo oficial de la agencia espacial estadounidense. Sin embargo, de momento se desconoce si los fallos registrados en la nave retrasarán el calendario previsto por la NASA y Boeing.