Sorolla, como muchos de los pintores de su tiempo, no fue ajeno al indiscutible
atractivo de que la figura de la mujer gozó en las ultimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, una predilección que corrió pareja a toda una serie de cambios de carácter estructural en el ámbito cultural, político o económico.
Las demandas políticas, la incorporación paulatina de la mujer al mundo laboral o la aparición de nuevas féminas activas que practicaban deportes o tenían
intereses intelectuales o artísticos como la pintura o
la fotografía se encuentran entre los muchos fenómenos que condicionaron la imagen de la mujer en la cultura visual de la época.
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