Mientras la sobrerrepresentación amoral que busca Morena y sus rémoras, PT y Verde, pone en vilo al futuro de la democracia y, desde la sociedad, buscamos que las autoridades electorales, el INE y el TEPJF, la salvaguarden, vemos a Movimiento Ciudadano y su dueño muy calladitos.
Si bien es cierto que han metido recursos legales para intentar obtener más legisladores en el reparto de pluris, no se les ve muy solidarios en el debate y la deliberación, como tampoco lo estuvieron con la oposición en la campaña electoral.
Al final, fue cierto que los naranjas de Dante Delgado les quitaron más votos a Claudia Sheinbaum que a Xóchitl Gálvez, en una proporción de 2 a 1, según las encuestas de salida y la revisión de los resultados electorales, pero también es cierto que tuvo una tercera fuente de electores cuyo porcentaje no podemos calcular con precisión.
Dante, frío y calculador, apostó a que MC fuera en solitario con su candidatura presidencial, estimando, como él mismo lo dijo, que el rechazo hacia el PRI era tan fuerte en sus mediciones, que no le era rentable una coalición con esa fuerza política.
Ambos políticos, el campechano y el veracruzano, intercambiaron ataques en campaña. Dante, para diferenciarse: con el PRI, ni a la esquina; Alito, para desafiar a un duelo al candidato presidencial naranja, Álvarez Máynez, apostando su cargo (ahora sabemos que no se conoce poder humano que le haga pensar en dejar su silla partidista).
Pues hay un motivo inconfeso en la decisión de postular a un hombre, además de servirle como esquiroles a ya saben quién; desde los coqueteos con Marcelo Ebrard (el amigo de Trump… ah, no, ya no), pasando por la fallida postulación de Samuel García, para desembocar en la candidatura de-lo-perdido-lo-que-aparezca de Álvarez Máynez, descartando, de inicio, a Ivonne Ortega.
De ese motivo inconfeso no se ha hablado mucho, se ha publicado muy poco y, probablemente, sea la razón por la que Patricia Mercado dejó colgada de la lámpara la coordinación de la campaña que le había ofrecido su candidato presidencial emeceista.
Me refiero al voto machín, por supuesto.
El papá de unos amigos de toda la vida, que tiene 80 años, con quien platiqué antes del 2 de junio, me decía muy inquieto que quería estar bien de salud para ir a votar por MC. Ante mi cara de what, le pregunté, ¿Por qué hará eso? Y su respuesta fue rápida, ágil, sin titubeos, ni mayor explicación: “Porque es hombre” ¡Así como lo están leyendo!
Al salir, por mera casualidad, vi a mi mécanico de toda la vida, Gerardo, quien confirmó mi temor: “No votaré por las señoras, sino por ese, el otro, el que es hombre, ¿cómo se llama?…”.
De hecho, sólo mi gran amiga, la aguda periodista, Ivonne Melgar, había escrito al respecto desde el año pasado un artículo en el que explicó cómo ha ido decreciendo en México la opinión machista sobre la política como terreno exclusivo o preferente para hombres. En ese entonces, refería la cifra de un estudio de Alejandro Moreno, el bueno, mi compañero y encuestador estrella de este periódico, que estimaba entre 23 y 24 por ciento el porcentaje de gente que prefería a un hombre sobre una mujer para los espacios de poder.
Para 2024, ninguna encuestadora preguntó o, si lo hizo, no publicó nada, sobre las preferencias electorales machistas. Ningún analista, ningún otro partido, nadie en los debates presidenciales se refirió a ello. Es cierto, como afirman Ivonne Melgar y Lorena Becerra, que, al enfrentarse dos candidatas mujeres competitivas, se diluye la alternativa hombre vs. mujer, pero no sabemos cuánto de la preferencia electoral se fue a la abstención y cuánto fue captada por los naranjas.
Así que, de los 11 puntos que obtuvo MC, cifra que lo ubicó en dimensión similar a la del PRI, ¡aunque te duela, Dante!, hubo un porcentaje de votos de la juventud a la que le gustó que Máynez sólo hiciera campaña en universidades; otro tanto le dio su voto por lo pegajoso de la canción de campaña, y otra parte provino de quienes le votaron sólo por el hecho de ser hombre.
Esa fue la apuesta de Dante: se montó en su macho para que MC fuera solo, se montó en su macho para postular a un hombre y se montó en su macho en no unir a la oposición, para no defraudar a AMLO y a Morena, pues ha sido su esquirol.
Así me dijo el aún coordinador de los panistas en San Lázaro, que no darán ni un paso atrás para evitar la sobrerrepresentación que Morena busca, con la que abusarán –por decir lo menos– de la confianza de la ciudadanía.
Que acudirán ante el INE para exhortar a su consejo y a su presidenta guinda, ¡ah no, perdón!, Guadalupe Taddei, a que resuelvan la asignación definitiva de legisladores lo más pronto posible, pero, sobre todo, a que abra la discusión pública para saber cómo aplicará su acuerdo de asignación de diputados.
Sin embargo, digo yo, tras ver la actuación del INE durante la precampaña, campaña y la del lunes pasado, que Dios nos agarre confesados, ¿o no?
Pero la tarea del INE es garantizar un equilibrio legislativo porque en nuestro país no existen las coaliciones legislativas. Éstas se forman únicamente para el proceso electoral y concluyen una vez que se realiza la elección.
Por lo que Jorge Romero está haciendo un llamado a la sociedad civil para exigir el equilibrio: “Te necesitamos más que nunca como pueblo unido en defensa del voto, de la voz de nuestra gente y la pluralidad de ambas cámaras”.
Ni un paso atrás para evitar que la sobrerrepresentación distorsione la composición del poder legislativo.
Ah, y ya que hablo de los panistas y de Romero, uno de los tres aspirantes a dirigir el partido, qué les cuento. Para terminar, todo indica que Damián Zepeda acabará en MC. ¡Ver para creer! Al partido donde Samuelito nos ha dejado ver lo mal que gobierna, lo corruptos que son, lo buenos que salieron con Máynez para las chelas, en fin, será otro esquirol más de Morena.
Ah, y lo de Damián Zepeda no tiene que ver con la sobrerrepresentación; se va por berrinche y porque quiere.