Este año será el 4 de agosto y el escenario, como en ocasiones anteriores, las playas del País Vasco. Familiares y amigos de presos etarras se manifestarán para pedir la libertad de los, según sus cuentas, 133 reclusos que aún siguen cumpliendo condena en cárceles del País Vasco y Navarra y, ya muy pocos, en Francia.
De nuevo, las víctimas tendrán que soportar la visión de estos paseantes por las arenas llenas de bañistas a los que parecen querer transmit que, mientras ellos disfrutan, muchos "libertadores de Euskal Herria" siguen con su particular sufrimiento, nada que ver con elo de aquellos que jamás 4recuperarán la visión y el abrazo de los suyos.
Es el precio pagado para que el Gobierno pueda seguir con su periplo que, según ha anunciado repetidamente su presidente, no terminará hasta el último día de la legislatura.
Cada día que pasa y pese a los homenajes que buenas gentes organizan para evitar el olvido, la realidad es que, poco a poco los que protagonizaron la peor etapa criminal de España logran su objetivo; y lo cierto es que sus fechorías se ven, cuando se recuerdan, como algo lejano cuando hay tantos asesinatos por esclarecer.
Quienes el 4 de agosto se pasearán con sus banderas y pancartas por las playas del País Vasco lo harán con la certeza de que, más pronto que tarde, salvo que algún vuelco político lo remedie, volverán a esas playas, pero estas vez acompañados de los reclusos ya en libertad. Y los muertos en sus tumbas.