La insuficiencia de enfermeras es un problema recurrente, del cual la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado en diferentes ocasiones. Se calcula un faltante mundial de 5,9 millones.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) recomienda 9 enfermeras por cada 1.000 habitantes, pero Costa Rica contaba en el 2023 con apenas 4 por cada 1.000.
Los datos son más alarmantes aún, debido a que, además, muchas de ellas están migrando. Un ejemplo es Nathalie Bolton, para quien salir de Costa Rica no solo era necesario, sino obligatorio. Ella se mudó hace dos años a Maryland, Estados Unidos, y sus razones parecen convincentes: “La remuneración es muy poca, la sobrecarga de trabajo es mucha. Demasiados pacientes por atender”.
Bolton se desempeñó en el hospital Calderón Guardia, donde a veces atendían a 12 y hasta 20 personas. “Es imposible dar cuidados de calidad así. Esas condiciones ponen en riesgo a los pacientes y también nuestra licencia profesional”, afirma.
En Maryland, en un servicio de Emergencias, cuentan con una enfermera por cada cuatro pacientes. En piso, es de una por cada cinco. Algunos países establecen ratios que alcanzan hasta 1 por cada 12 pacientes, dependiendo de las características de atención. Está plenamente demostrado que cuantos más pacientes tenga a cargo una enfermera, más probabilidades hay de que estos fallezcan, se agraven o sobrevengan situaciones que prolonguen su estancia hospitalaria y los costos.
Investigaciones como las realizadas por Linda Aiken en varios países han demostrado en años recientes que la mortalidad al mes de hospitalización se incrementa un 7% por cada paciente adicional que tenga a cargo una enfermera.
Otros autores hablan de un 10% y hasta de un 19%. En el caso de Costa Rica, hasta el 2018, una enfermera atendía a 20 pacientes, muy por encima de las normas señaladas. Esa relación fue eliminada por el Ministerio de Salud y desde hace seis años en nuestros hospitales se trabaja sin ratios de atención, con excepción de las unidades de cuidados intensivos, donde las ratios van de 1:1 a 1:2.
Annjuly Rodríguez e Irina Ramírez ahora trabajan en Alemania, adonde fueron en busca de mejores oportunidades profesionales. Irina salió con nueve colegas. Para ellas, uno de los factores decisivos fue el equilibrio entre la vida personal y profesional.
“Aquí se trabajan 38,5 horas a la semana y hay un mes de vacaciones. Yo trabajé en el sector privado en Costa Rica, y tenía solo las vacaciones de ley. Además, aquí las especialidades en enfermería sí son reconocidas económicamente. Quien desee especializarse puede hacerlo en su propio hospital y cuenta como parte de su horario laboral”, explica Irina, para quien la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) no era atractiva por los comunes retrasos salariales, a veces de tres o cuatro meses, y por el hecho de que las enfermeras deben ingresar como auxiliares y esperar casi una década para ser ascendidas a profesionales.
Annjuly intentó trabajar para la CCSS, y pese a que dejó currículos en diferentes hospitales, nunca fue llamada. Debido a ello, se desempeñó de manera independiente. Ella cuenta que encontrar trabajo resultaba difícil y, cuando obtenía uno, el salario era muchas veces inferior al estipulado por el Colegio de Enfermeras, no le pagaban seguro ni pensión ni aguinaldo, y tampoco podía tomar vacaciones. “Es triste porque una se siente indefensa... El Colegio de Enfermeras debería hacer más para regular estas situaciones”, opina.
Estos tres casos tienen, además de las razones expuestas, otro factor en común: la juventud. Las condiciones laborales son poco atractivas para las nuevas generaciones, que no ven ni en el sector público ni en el privado su realización profesional y personal.
Conociendo que el faltante de enfermeras y la sobrecarga laboral a la que se ven expuestas pone en riesgo vidas humanas en los hospitales, ¿qué podemos hacer? Se han planteado algunas propuestas, como establecer las ratios determinadas por investigaciones de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Costa Rica (UCR), que evidencian la necesidad de más profesionales y no de más auxiliares de enfermería.
También es imperativo que el Colegio de Enfermeras, como rector de la profesión, tome cartas en el asunto de manera definitiva en relación con la subcontratación que sufren miles de enfermeras que fungen como auxiliares.
Es necesario que la CCSS reconozca las especialidades de enfermería como una forma de retribuir la adquisición de conocimiento altamente especializado, que se les pague a tiempo y se agilicen las listas de ascenso profesional.
Es urgente que el Ministerio de Trabajo sea más eficaz a la hora de tramitar las denuncias que reciban de enfermeras que laboran de forma liberal.
Como sociedad, debemos buscar soluciones prontas para detener la fuga de enfermeras. De lo contrario, la crisis será mayor dentro de pocos años.
El autor es enfermero y miembro del movimiento Coordinación Nacional de Enfermería en Lucha.