Por si el entorno interno en México no fuera suficientemente complejo, el devenir que ha tomado el proceso electoral en Estados Unidos amenaza con traer consigo toda una serie de riesgos si es que gana Trump la elección presidencial de noviembre, lo que por ahora es el escenario más probable.
Prácticamente, ninguna medición da a Biden ninguna ventaja después del atentado contra el expresidente.
Veremos si tras las presiones que hay sigue en la carrera, y qué efecto es el que habría tras su retiro.
La atención pública que tuvo la Convención Nacional Republicana, que terminó ayer, y las presiones crecientes para que Biden –ahora confinado por su contagio de Covid– abandone la carrera, han creado un ambiente muy favorable para los republicanos.
Todos los sondeos señalan que Trump amplió su ventaja.
Pero quizás en donde el cambio resultó más rápido fue en el caso de las apuestas.
Al comenzar el año, en los mercados de apuestas, Trump tenía una ventaja de 7.8 puntos respecto a Biden.
Ya en junio, la distancia había subido un poco y se había establecido en 9.3 puntos, con escaso cambio respecto a enero.
Pero el debate entre los dos candidatos y el desempeño desastroso de Biden movieron radicalmente las cosas y al arrancar julio, la ventaja de Trump ya era de 32.7 puntos.
Ayer, ya internalizado el efecto del atentado y de la Convención Republicana, la ventaja de Trump sobre el presidente Biden es de 53.5 puntos.
Incluso, las apuestas ya favorecen a Kamala Harris sobre Biden en prácticamente todos los momios.
Este tipo de mecanismos no predicen correctamente el resultado en las urnas, pero sí son bastante buenos para anticipar al ganador.
Si para México ya iba a ser complicado el panorama de un eventual triunfo de Trump, con la elección de su vicepresidente, JD Vance, las cosas pintan más complicadas aún.
El compañero de fórmula de Trump ha sido uno de los furibundos antiinmigrantes y, además, es partidario de emplear a las fuerzas militares para acabar con el tráfico de fentanilo.
Como bien dicen muchos, se trata de un clon de Trump, pero de 39 años.
Una de las hipótesis que circulan entre el sector empresarial mexicano es que Trump, que ha recibido fondos de muchos magnates norteamericanos, mantendrá una política económica que no amenace a las cadenas de valor de Norteamérica, que se extienden a México y Canadá.
Hoy, la integración de las economías, sobre todo las de EU y México, es sustancialmente mayor a la que prevalecía en 2016, cuando Trump ganó la elección que lo llevó a la Casa Blanca.
Los mercados bursátiles ya descuentan el triunfo de Trump, pero al mismo tiempo, están considerando que el Trump que veríamos en la Casa Blanca a partir del 20 de enero del 2025 no sería ese ‘chivo en cristalería’ que conocimos a partir de enero del 2017.
Ojalá sea el caso y veamos a un político que solo use la retórica para posicionarse, pero que en los hechos opere con mayor pragmatismo.
Uno sabe, sin embargo, que con Trump en la presidencia, todo sería posible.
La mayor parte de los análisis consideran que se comportaría de manera racional y no haría de la Casa Blanca el caos que fue en los años de su gobierno previo.
Todavía debe ser recordado que en su discurso inaugural de enero de 2017 anunció que repudiaría el “peor tratado firmado por Estados Unidos”, es decir, el TLCAN.
Sin embargo, a la larga, y en medio de altibajos en la negociación, no fue así.
La racionalidad imperó en medio de jaloneos y hoy tenemos vigente el TMEC, que ha sido una pieza básica para el crecimiento de la economía mexicana en los últimos años.
Sin embargo, así no hubiera afectación sensible en la parte comercial (lo que está por verse), seguramente habrá gran ruido político y mediático vinculado con los temas como la migración, el fentanilo y la seguridad fronteriza.
No hay quien pueda asegurar ahora que todo ello va a tratarse de simple pirotecnia y que nada sustantivo va a cambiar.
Lo impredecible del personaje a quien el azar salvó la vida el sábado pasado, nos hace pensar en que viviremos, como reza el adagio chino, “tiempos interesantes”.