Las elecciones de Estados Unidos se juegan en unos pocos estados. Tanto demócratas como republicanos tienen afianzados varios territorios que los apoyan casi incondicionalmente elección tras elección, y los candidatos exprimen la campaña para intentar inclinar a su favor los conocidos como 'swing states' ('estados bisagra' o 'pendulares'), es decir, aquellos que se deciden por unos pocos votos y de los que depende la victoria o derrota final . No se convierte en presidente el candidato con mayor número de votos, sino de delegados. Estos son los miembros del Colegio Electoral, un cuerpo de compromisarios responsable de elegir al presidente. Cada estado, en función de su población y representación parlamentaria, tiene un número de delegados asignados: California tiene 55, el máximo, frente a los tres de Alaska o Wyoming, el mínimo; así hasta 538, siendo presidente quien sume al menos 270. El candidato que gana en un estado se lleva todos los delegados del mismo, no se reparten de forma porcentual. De este modo, como le sucedió a Trump en 2016, puedes tener menos votos totales pero mayor número de delegados, logrando así ser presidente a pesar de haber 'perdido' las elecciones , técnicamente. Los estados clave, en cualquier caso, no son necesariamente aquellos que más delegados reparten. Por ejemplo, California lleva desde 1992 votando ininterrumpidamente a los demócratas, con lo que Trump puede darlo por perdido. Al igual que Biden sabe que no le compensa hacer mucha campaña en Texas, el segundo con más compromisarios (38), pues la izquierda no ha ganado allí nunca desde 1976. Por eso la batalla está en los estados bisagra , que no son fieles a ningún partido. En 2016, Hillary Clinton logró casi tres millones de votos más que Trump, pero perdió estados tan importantes como Pensilvania, Michigan o Wisconsin, que llevaban desde los 80 votando siempre al candidato demócrata de turno. El republicano logró arrebatarle a la otrora Secretaria de Estado los suficientes territorios bisagra como para asegurarse la Casa Blanca, pero en 2020 no mantuvo casi ninguno, cediéndoselos a Joe Biden . Ahora, las encuestas apuntan a que estos estados volverían a darle su confianza a Trump , lo que podría llevarle de nuevo a la presidencia. En 2020, Biden le arrebató a Trump los delegados de Georgia, Michigan, Pensilvania, Wisconsin e incluso, por un pírrico +0,3%, Arizona . El sexto estado clave, Nevada , no votó a Trump ni en 2016 ni en 2020, aunque pasó del 45,5% al 47,7%; ahora, según la encuesta de YouGov, caería hasta el 46%, pero Biden se queda en el 43%, con lo que el republicano se llevaría también esos seis delegados. Aterrizando los datos, YouGov indica que Trump ganaría Arizona y Georgia por cuatro puntos de diferencia (47% vs 43% y 45% vs 41%, respectivamente), Wisconsin por tres puntos (47% vs 44%), Pensilvania por dos (47% vs 45%) y Michigan por sólo uno (46% vs 45%). En 2020, Trump no ganó ningún estado nuevo respecto a 2016, pero logró mantener tres tan relevantes como Florida, Iowa y Ohio , que suman 53 delegados, todos ellos pro-Obama en 2008 y 2012. Este cambio de tendencia y su afianzado aunque recién estrenado voto republicano ha hecho que muchos expertos los hayan comenzado a considerar 'estados rojos' (conservadores, en la jerga política estadounidense) y no 'bisagra', como antaño. El caso de Ohio es particularmente interesante, pues su ganador llevaba 56 años coincidiendo con quien finalmente era elegido presidente, lo que lo convertía, hasta entonces, en el predictor perfecto . Hasta 2020, claro. En las últimas elecciones, Trump lo ganó por más de ocho puntos porcentuales, y los últimos sondeos indican que esa diferencia podría incluso incrementarse esta vez hasta 9,3 puntos. Es decir, Trump volverá a ganar Ohio . Con Ohio prácticamente asegurado y los seis estados bisagra inclinándose a su favor, la vuelta de Trump a la Casa Blanca parece cada vez más cercana. Pero aún queda mucha campaña hasta noviembre.