Madrid es una ciudad con mucha poesía de atasco, pero ahí está la Casa de Campo , que lleva como una vida en prosa, como una vida aparte del concierto de claxon de la ciudad. Ahí queda la playa que no tenemos, alcalde. La Casa de Campo dio su gran estirón de aseado apaño porque Alberto Ruiz Gallardón la incluyó en sus obras completas, cuando fue mandamás del Ayuntamiento, y luego con Manuela Carmena se logró el vaciado del lago, más la mejora de los rellanos concéntricos, que nos acabaron dejando, eso sí, sin las carpas mitológicas de aquellas aguas, y sin un barco fantasma que cabeceaba en lo alto de todo, solitario e inútil, ya jubilado de sí mismo,...
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